Mis primeras horas en Inglaterra.
Lo primero que he de comentar es que tuve un vuelo bastante tranquilo. Era la primera vez que me montaba en un avión y la verdad es que, salvo alguna ligerísima turbulencia, fue un debut aeronáutico de lo más plácido.
Lo que sí me impresionó un poco fue la imagen que presidía el acceso al aeropuerto de Bournemouth desde las pistas de aterrizaje: dos policías con atuendo rambesco, cara de pocos amigos y sendas ametralladoras en mano. Se nota que no está el horno para demasiados bollos por aquí arriba.
Una vez recogido mi equipaje, me dispuse a abandonar las instalaciones en busca de mi casero, un hombre llamado Mark Thompson, que a la sazón ejercería de chófer para mi primer desplazamiento hasta el lugar en el que me alojo. Yo esperaba ver a un tipo con un cartelito en el que se leyera mi nombre ya que, no sólo me lo habían advertido así, sino que es el procedimiento habitual en cualquier película americana que se precie. Y ése, quieras o no, es un argumento de autoridad. Sin embargo, quien primero se dirigió a mí fue una señora, preguntando si mi nombre era mi nombre. Y naturalmente lo era. Se presentó como la señora Thomspon y, acto seguido, hizo lo propio con su marido, que estaba a escasos metros. Según parece, mis facciones debían desentonar con respecto a las del resto de pasajeros, guiris en su mayoría. Esto, unido a la expresión de mi rostro, que debía asemejarse considerablemente al de un pulpo en un garaje, fue clave para que me reconocieran a la primera.
Los Thompson me parecieron personas muy amables, aunque alguno de sus inquilinos -al que ya hay que anteponerle la partícula ex- difiere considerablemente de esta apreciación (según parece, pocas horas antes de que yo apareciera, tuvo lugar una bronca de dimensiones apocalípticas entre los Thompson y un chico alemán). En cuanto al resto de mis compañeros de piso, lo cierto es que hay de todo: otro alemán (con el que comparto habitación), una polaca bastante guapa, una tailandesa de inglés incomprensible, una española (de Barcelona para más señas) y, según me ha parecido entender, una pareja de procedencia desconocida -para mí, claro- a la que no tengo el gusto de conocer, aunque no tengo muy claro si oficialmente son inquilinos ambos o sólo ella.
El piso, siendo francos, es una mierda. Consta de tres dormitorios, una cocina, un baño dotado de una incomodísima ducha -hay que ducharse en cuclillas- y algún metro cuadrado de pasillo. No hay un sólo lugar que te puedas sentar a ver la tele (si la hubiera), jugar a las cartas o, simplemente, charlar con tus compañeros de piso; o estás en tu habitación, o estás en la cocina, o fuera de casa, lo que resulta posible a estas alturas del año, pero que se irá dificultando en cuanto caiga el otoño y, con él, la lluvia. Para colmo, el mobiliario de la casa -utensilios de cocina e incómodas camas aparte- se reduce a tres sillas. Tres sillas para seis inquilinos se me antojan insuficientes desde cualquier punto de vista.
Al menos me queda el consuelo de que la ciudad está bastante bien y me ha recibido con un tiempo estupendo. De momento no he visto ni una sola nube en mi estancia aquí, y hace una temperatura bastante buena, si bien es cierto que de noche refresca más que en Málaga. De momento me basta con unos vaqueros y una camiseta. Eso sí, lo que me ha parecido particularmente llamativo es el riesgo mortal en el que incurre un peatón cada vez que pretende emular al pollo y pasar al otro lado: no sólo por la costumbre de mirar primero hacia la izquierda y después hacia la derecha, sino por la cuasi total ausencia de pasos de cebra. Hay una especie de pasos rebajados, pero no sé hasta qué punto son vinculantes para los coches, y es bastante habitual encontrarse frente a una gran rotonda o al lado de una gran calle preguntándose por dónde demonios se supone que debe cruzar una persona que no tenga demasiado interés en poner en peligro su integridad física, química y hasta moral.
Las actividades que me van a tener ocupado son dos: un curso de inglés y el trabajo (lo que me lleva a la única ventaja del piso, y es que está muy cerca de ambos sitios). De momento no he empezado a trabajar. Hoy he estado hablando con el que será mi jefe en el restaurante del The Queens Hotel, que me ha citado mañana a las 6:45 para empezar. En cuanto al curso, ya he dado una clase; el profesor es de los que explican con bromas y de buen rollo, y la verdad es que las dos horas se me han pasado bastante rápidas. Es un grupo reducido de alumnos en el que hay gente de muchos sitios, como era de esperar.
Ya os iré contando cosillas más adelante, pero de momento me despido, no sin antes manifestar mi indignación frente a dos molestos hechos: en primer lugar, y contra mi predicción efectuada en el anterior mensaje -el tiempo te ha dado la razón, Amanda-, y, para regocijo de cierto maestro en el manejo del Adobe Photoshop, he de precisar que aquí en Inglaterra también se lleva el reggaeton. No hasta el punto de sentir ganas de cortarte las venas, pero han sido ya un par de veces las que me he sentido como en casa al oír a una estilosa y elegante dama -que podríamos denominar gentlewoman- gritar a los cuatro vientos su afición por la gasolina (afición que, al precio actual de dicha sustancia, resulta más onerosa que la tradicional farlopa); en segundo lugar, el coñazo tan extraordinario que supone escribir un ladrillo en un teclado británico. Si alguien me pusiera al corriente de cómo cambiar la configuración o, en su defecto, me indicara qué tengo que hacer para poner una tilde, se lo agradecería eternamente.
Lo primero que he de comentar es que tuve un vuelo bastante tranquilo. Era la primera vez que me montaba en un avión y la verdad es que, salvo alguna ligerísima turbulencia, fue un debut aeronáutico de lo más plácido.
Lo que sí me impresionó un poco fue la imagen que presidía el acceso al aeropuerto de Bournemouth desde las pistas de aterrizaje: dos policías con atuendo rambesco, cara de pocos amigos y sendas ametralladoras en mano. Se nota que no está el horno para demasiados bollos por aquí arriba.
Una vez recogido mi equipaje, me dispuse a abandonar las instalaciones en busca de mi casero, un hombre llamado Mark Thompson, que a la sazón ejercería de chófer para mi primer desplazamiento hasta el lugar en el que me alojo. Yo esperaba ver a un tipo con un cartelito en el que se leyera mi nombre ya que, no sólo me lo habían advertido así, sino que es el procedimiento habitual en cualquier película americana que se precie. Y ése, quieras o no, es un argumento de autoridad. Sin embargo, quien primero se dirigió a mí fue una señora, preguntando si mi nombre era mi nombre. Y naturalmente lo era. Se presentó como la señora Thomspon y, acto seguido, hizo lo propio con su marido, que estaba a escasos metros. Según parece, mis facciones debían desentonar con respecto a las del resto de pasajeros, guiris en su mayoría. Esto, unido a la expresión de mi rostro, que debía asemejarse considerablemente al de un pulpo en un garaje, fue clave para que me reconocieran a la primera.
Los Thompson me parecieron personas muy amables, aunque alguno de sus inquilinos -al que ya hay que anteponerle la partícula ex- difiere considerablemente de esta apreciación (según parece, pocas horas antes de que yo apareciera, tuvo lugar una bronca de dimensiones apocalípticas entre los Thompson y un chico alemán). En cuanto al resto de mis compañeros de piso, lo cierto es que hay de todo: otro alemán (con el que comparto habitación), una polaca bastante guapa, una tailandesa de inglés incomprensible, una española (de Barcelona para más señas) y, según me ha parecido entender, una pareja de procedencia desconocida -para mí, claro- a la que no tengo el gusto de conocer, aunque no tengo muy claro si oficialmente son inquilinos ambos o sólo ella.
El piso, siendo francos, es una mierda. Consta de tres dormitorios, una cocina, un baño dotado de una incomodísima ducha -hay que ducharse en cuclillas- y algún metro cuadrado de pasillo. No hay un sólo lugar que te puedas sentar a ver la tele (si la hubiera), jugar a las cartas o, simplemente, charlar con tus compañeros de piso; o estás en tu habitación, o estás en la cocina, o fuera de casa, lo que resulta posible a estas alturas del año, pero que se irá dificultando en cuanto caiga el otoño y, con él, la lluvia. Para colmo, el mobiliario de la casa -utensilios de cocina e incómodas camas aparte- se reduce a tres sillas. Tres sillas para seis inquilinos se me antojan insuficientes desde cualquier punto de vista.
Al menos me queda el consuelo de que la ciudad está bastante bien y me ha recibido con un tiempo estupendo. De momento no he visto ni una sola nube en mi estancia aquí, y hace una temperatura bastante buena, si bien es cierto que de noche refresca más que en Málaga. De momento me basta con unos vaqueros y una camiseta. Eso sí, lo que me ha parecido particularmente llamativo es el riesgo mortal en el que incurre un peatón cada vez que pretende emular al pollo y pasar al otro lado: no sólo por la costumbre de mirar primero hacia la izquierda y después hacia la derecha, sino por la cuasi total ausencia de pasos de cebra. Hay una especie de pasos rebajados, pero no sé hasta qué punto son vinculantes para los coches, y es bastante habitual encontrarse frente a una gran rotonda o al lado de una gran calle preguntándose por dónde demonios se supone que debe cruzar una persona que no tenga demasiado interés en poner en peligro su integridad física, química y hasta moral.
Las actividades que me van a tener ocupado son dos: un curso de inglés y el trabajo (lo que me lleva a la única ventaja del piso, y es que está muy cerca de ambos sitios). De momento no he empezado a trabajar. Hoy he estado hablando con el que será mi jefe en el restaurante del The Queens Hotel, que me ha citado mañana a las 6:45 para empezar. En cuanto al curso, ya he dado una clase; el profesor es de los que explican con bromas y de buen rollo, y la verdad es que las dos horas se me han pasado bastante rápidas. Es un grupo reducido de alumnos en el que hay gente de muchos sitios, como era de esperar.
Ya os iré contando cosillas más adelante, pero de momento me despido, no sin antes manifestar mi indignación frente a dos molestos hechos: en primer lugar, y contra mi predicción efectuada en el anterior mensaje -el tiempo te ha dado la razón, Amanda-, y, para regocijo de cierto maestro en el manejo del Adobe Photoshop, he de precisar que aquí en Inglaterra también se lleva el reggaeton. No hasta el punto de sentir ganas de cortarte las venas, pero han sido ya un par de veces las que me he sentido como en casa al oír a una estilosa y elegante dama -que podríamos denominar gentlewoman- gritar a los cuatro vientos su afición por la gasolina (afición que, al precio actual de dicha sustancia, resulta más onerosa que la tradicional farlopa); en segundo lugar, el coñazo tan extraordinario que supone escribir un ladrillo en un teclado británico. Si alguien me pusiera al corriente de cómo cambiar la configuración o, en su defecto, me indicara qué tengo que hacer para poner una tilde, se lo agradecería eternamente.
10 Comments:
Lo de las tildes no tiene demasiado misterio. Si usas el Explorer, tienes que ir a Ver-> Codificación, y seleccionar Europeo Occidental (ISO), me parece. Yo lo hacía así en Lyon y Toronto, y era bastante sencillo. Si así no surte efecto, aunque creo que debería de hacerlo, haz click con el botón secundario en la barra de herramientas inferior derecha, donde aparece el relojito, y selecciona Barra de herramientas -> Barra de idioma. Una vez hecho, sólo tendrás que seleccionar el español como idioma.
Bonito melting pot el de tu piso, macho. Pregúntale a la polaca por Wojcik, a ver si lo lleva siguiendo muchos años. Y no te fíes de la amabilidad de tus caseros los Thompson. Sus aviesas intenciones suelen buscar que la primera impresión que causan en su huésped sea positiva, con el fin de ganarse la confianza del mismo. Si lo han hecho, estás perdido. Te lo dice alguien que sufrió en sus carnes, durante varios meses en Barcelona, un auténtico infierno a manos de la Señora Paquita (el relato de mi tortura daría para una peli de horror de las que acojonan un huevo). Desde entonces, decidí que no volvería a tener caseros mientras pudiera. Al menos no viven contigo en la misma casa, que ya es bastante.
Mucha suerte, colega.
Me alegro que hayas llegado sano y salvo a tu destino. No te preocupes por lo poco hospitalario y acojedor que según comentas parece el piso, ya encontraras algún lugar, boquete o tugurio donde poder bailar Reggaeton y pasar las horas muertas. Y si no, siempre hay sitios que visitar.
Lo de los pasos de cebras es una diferencia cultural mucho más peligrosa y traumatizante que la de los pescados con cabezas.
Bueno, que te diviertas mucho, aprendas más y trabajes lo justo. Nosotros celebraremos tu despedida la próxima semana ( lo de la feria es algo secundario) y , como puedes ver en el foro verde, con una menor concurrencia que la última quedada, jejejej. Más que ventanas.
Un saludo, sigue reportando.
Supongo que esto ayudará mucho. (la iba a linkar para qe se viera, pero no me deja blogger)
También creo recordar que estaba prohibido aparcar a 5 metros (quizá 5 yardas) del paso de cebra, tanto a la izquierda como a la derecha de él, para mejorar la visibilidad. Que grandes curiosidades de la vida en el Reino Unido nos han proporcionado los libros de inglés del colegio/instituto/academias. Lástima que los personajes eran bastante planos y muy parecidos entre sí aunqeu fuesen libros diferentes.
Por otra parte, suele ayudar mucho el preguntar. Sí, esa cosa qeu se hace con otra persona y que sirve para quedarse agusto y adquirir experiencia y no me refiero a mear en pandilla de cara a la pared cual niños de 12 años.
Que lo pase bien, y un último tópico: Olvídese de los/las españoles/las. Lo más seguto es que quieran hablar en español como desahogo, y eso para perfeccionar el inglés no sirve de mucho. Lo mejor es intentar establecer lazos internacionales (a ser posible, querríamos un informe de Wojcic y sus ultimas actuaciones en la liga polaca)
Que todo vaya bien, o mejor.
He estado trasteando en el ordenador siguiendo las instrucciones del Vampiro; sin embargo, como era de esperar si tenemos en cuenta mi relación con el apasionante mundo de la informática, las teclas siguen funcionando exactamente igual. Y lo de pinchar en el relojito tampoco funciona, ya que no veo dónde aparece el apartado de selección de idioma.
Por otra parte, he de anunciar que ya le he preguntado a Inga por Wojcik. Ya lo había pensado, pero me parecía un poco extravagante asaltarla a las primeras de cambio preguntándole por nuestro antiguo jugador. Sin embargo, una sudadera de los Bulls me dio el pie perfecto para sacar el tema. Por desgracia, no es demasiado aficionada a esto de los canastos: me dijo que le sonaba el nombre, que sabía de la existencia de un jugador llamado así, pero que no conocía demasiado de su vida y milagros. Una pena.
En cuanto a la sugerencia que me ha lanzado Mr. Qeu en relación con nuestros paisanos, decir que ésa es la idea con la que vine desde un principio. Es por ello que Londres no me atraía demasiado. En cualquier caso, como he comentado, tengo una catalana en el piso, por lo que la tarea de no encontrarse con español alguno se dificulta sobremanera. De todas maneras, aunque normalmente hablamos en castellano, puedo decir que, en esta experiencia, no sólo estoy practicando el inglés sino que també estic millorant el meu català.
Ah, se me olvidaba. Me hace bastante gracia la observación del Vampiro acerca de la no convivencia con mis caseros. Teniendo en cuenta la descripción del piso efectuada en el mensaje original -a la que hay que sumarle una bañera con problemas de desagüe y una radio cuyo reproductor de discos compactos sólo se digna a leer el último trabajo de las Destiny's Child-, resultaría harto sorprendente que emularan a Doña Paquita. Especialmente si tenemos en cuenta que los Thompson, contra quienes he sido prevenido por varias personas, se embolsan 65 libras semanales por cada uno de los seis inquilinos. Multiplicad y veréis el sobresueldo tan majo que se sacan al cabo del mes (porque ambos trabajan en uno de los hoteles de la cadena).
Eres un puto friki mira que preguntarle eso a la polaca y no otra cosa...coño demuestra que eres el macho ibérico quiero ver que traes la cabellera de todas las inquilinas del piso incluída la señora Thompson xD.
Si con lo pequeño que eres te tienes que duchar de cuclillas vaya peligro...
Suerte para el trabajo y ya sabes que queremos oir como chapurreas el inglés con tu acento salao :P
PD: ¿Cuanto cuesta una camiseta del Liverpool? xD.
¡Me acabo de encontrar con tu blog tio! (internet es un pañuelo)
Brindaremos muchas veces esta semana. Por ti algunas de ellas xD
Saludos y no dejes para el final de tu estancia lo de meterle caña a la polaca, ya se sabe lo de dejar el pabellón alto y esas cosas.
Pues qué quiere que le diga, pero las formas de cambiar el idioma del teclado son las que le referí. Bueno, queda una opción algo desesperada, que es entrar en el símbolo del sistema, el antiguo MS-DOS, y escribir allí lo siguiente: c:\fdisk. Después le dices que sí a todo y el ordenador queda estupendo para que puedas arrancarlo en castellano. Eso sí, búscate un CD de Windows, por si acaso te lo pidiera cuando arranques de nuevo.
Y no te quejes por vivir en un sórdido agujero sin los Thompson, macho. A lo largo de mis años (que son muchos y longevos, como bien sabes) he vivido bastantes años de alquiler y he conocido auténticos zulos por los que me cobraban una cantidad indecente de dinero. Pues bien, nada, absolutamente NADA, es comparable a vivir de realquilado en la habitación de la casa de una señora de 70 años, por muy modernista que sea (la casa, se sobreentiende). Me río yo del infierno de Dante al lado de lo que padecí.
Si vives en un zulo, tu situación es lastimosa, pero el zulo es tuyo, y no tienes que cruzarte en el pasillo camino del baño con tu casera; ni seguirá preguntando noche tras noche (después de 3 meses respondiéndole lo mismo) si no quieres untar tomate en el pan para el bocadillo de fuet; ni entrará un domingo a las 11 de la mañana en tu habitación, para encenderte la luz y preguntarte a voces (era sorda doña Paquita) si estás enfermo o te pasa algo por seguir en la cama a esas horas (mientras escribo esto, mis dedos se crispan y echo de menos emoticones con ojos asesinos y cuchillos goteando sangre).
Pues lo dicho, que tu zulo será un mohón, que diría Lockhart, pero es tu mohón, y no tienes que cruzarte cada día con unos caseros que parecen salidos de una puta película de David Lynch.
Joder, y encima tienes reproductor de CeDeses, aunque sólo lea uno. Lo que tú eres es un burgués. Acéptalo cuanto antes, y el trauma será menor.
Y a por la polaca, of course. ¿Le has dicho ya kocham cię con ojos de cordero degollado?
C U, man.
Que alegría Luisito, asi que tienes un zulo a tu medida jejeje,... no te preocupes, después de lo que ha contado Valdomero, debes sentirte afortunado. Oye, Valdis esta ocupando tu lugar en el foro verde como humorista y CLM no es el mismo desde que pillaste puerta, no ha vuelto a usar el photoshop. En cuanto a mi, sigo con los testiculos cargados de amor y el pico y la pala... eso si, con un poco mas de alcohol en sangre.
Un saludo campeón y a rachar los codos con todas las jamelgas que puedas.... incluida la polaca. Ni se te ocurra volver sin dejar la semillita malagueña por esos lares.
Un abrazo 666
Varias cosas:
1) Lamentablemente, la polaca ha emigrado del piso. Ha encontrado un lugar mejor en el que residir con su novio eslovaco.
2) Como es natural, no me quejo de que los Thompson no vivan con nosotros; tan sólo he recalcado lo jocoso que me parecería dicha posibilidad teniendo en cuenta las circunstancias.
3) Voy a explicar lo de la ducha para satisfacer la inquisitorial curiosidad del amigo Toperro (por cierto, intentaré enterarme de lo de la camiseta): no es que me tenga que agachar para no darme con la cabeza en el techo a causa de la escasa altura del mismo, es que en los dominios del Príncipe Carlos no se estila esto de la ducha; por el contrario, los ingleses suelen preferir un dilapidador baño. Por ello, en mi agujero nos encontramos con una bañera bastante grande dotada de dos grifos independientes (no como en España, donde sólo hay un chorro de agua); ambos han sido introducidos en sendos tubos confluyentes en un tercero, estando este último rematado por la tradicional "regadera". El problema es que, aun estirando al máximo el artefacto, apenas puedo elevarla por encima de mis hombros. Si a esto le añadimos la ausencia de cortinas (es posible que algún desaprensivo las rompiera intencionadamente colgándose de ellas durante al menos cinco segundos, ¿verdad Toperro?), con el consiguiente riesgo de inundación del piso, el resultado es que, si no de rodillas, has de adoptar una postura bastante incómoda para darte una ducha.
4) Carl0s, ¿qué clase de depravaciones estabas buscando por la red para acabar topándote con mi humilde blog? Tengo bastante curiosidad, la verdad.
5) El piso no es un zulo: no hay cucarachas, se encuentra razonablemente bien conservado, no hay grietas en las paredes, las habitaciones tienen un tamaño adecuado... El problema es que, aparte de la escasez de mobiliario (tendríais que ver los "armarios" en los que depositar nuestras ropas), no es un piso para seis personas. Al menos no al precio que estamos pagando.
Entendido...por cierto lo de Pietrus fue así mamonazo a ver cuando reconoces de una vez que no ganastéis juganod limpio...este año podré tirarles cosas ya que no estás tu para que me controle xDDD.
Por cierto le pasé el link a Nuria...pero e sun secreto ssssssh xDD
Publicar un comentario
<< Home