sábado, agosto 13, 2005

Marchando una de refritos.

Como hoy no tengo mucho tiempo para dedicarme a la noble actividad del ladrilleo, voy a copiar un articulillo que escribí con motivo del décimo aniversario del triplus interruptus de Mike Ansley, que a punto estuvo de darnos una liga.

Muchos de los que estéis leyendo estas líneas ya lo conocéis, pero me consta que hay otros que no lo leyeron en su momento y a los que les puede interesar. Ahí va:

Hoy ya hace diez años...

... Mike Ansley falló un triple. Sin embargo, fueron muchas las cosas que tuvieron que suceder con anterioridad para que este balón pudiera surcar los aires camino del aro rival.

Era el Unicaja un equipo modesto y relativamente joven que había nacido de la fusión de los dos equipos de la ciudad (es posible que algunos de los foreros más jóvenes no recuerden que Málaga contaba con dos escuadras); ambos equipos habían tenido ya algún momento álgido, como el bienio europeo del Caja de Ronda bajo la batuta de Mario Pesquera y con un quinteto que los aficionados recitaban de memoria –más que nada porque apenas había rotaciones, a excepción de la posición de escolta, en la que Jordi Grau tenía un cierto protagonismo, hasta el punto de que Fede Ramiro llegó a promediar más de 40 minutos a lo largo de una temporada– formado por Fede Ramiro, Luis Blanco, Joe Arlauckas, Ricky Brown y Rafa Vecina, o el ascenso de un equipo de colegio hasta la liga ACB como el Mayoral Maristas (dirigido por Javier Imbroda, ese gran comunicador), contando con una pareja de americanos inolvidable con la que hacer frente a la no menos poderosa dupla del Caja de Ronda, Ray y Mike Smith. Desde la fundación del equipo, allá por 1992, hasta el momento que hoy conmemoramos, la trayectoria del conjunto malagueño fue un tanto gris, permaneciendo siempre alejado de los puestos que conducían a Europa.

El éxito del Unicaja en aquella temporada comenzó a fraguarse, como es lógico, durante los meses anteriores al comienzo de la competición. Fue clave el contar con un acierto a la hora de contratar a la tripleta de extranjeros que no hemos vuelto a ver desde entonces. Para empezar, el club decidió repescar a un jugador que ya había militado en el equipo un par de años antes, que respondía al nombre de Michael Antonio Ansley. Se caracterizaba por su díscolo carácter y por mostrarse sobre la cancha como un anotador implacable: desde dentro, desde fuera, de cara, de espaldas, penetrando, tirando… Su gama de recursos era asombrosa. Según cuentan, además, fue él quien recomendó al club a un jugador que había conocido en la liga turca llamado Kenny Miller, y que resultó ser un pívot rocoso, sólido y contundente. Pese a contar con unos recursos ofensivos considerablemente más limitados y rudimentarios que su compatriota, se reveló como un extraordinario intimidador que suplía su escasez de centímetros con una exuberancia física demoledora, que le permitió erigirse en uno de los mejores taponadores de la liga, junto a Kenny Green. Fueron dichos tapones, realmente estratosféricos, junto sus no menos espectaculares mates, los que le permitieron ser el primer jugador que yo recuerdo al que se le dedicaron los típicos gestos reverenciadores. Por último, aunque no menos importante, nos hicimos con los servicios de un jugador que aún no entiendo cómo pudo llegar a recalar en un equipo como el nuestro: Serguei Babkov, que unía a su demoledor lanzamiento de triples un tiro de media distancia con parada a media penetración que era Caviar Beluga en estado puro. Su carácter tímido y un tanto frío suponía en contrapunto al polo opuesto en el que se hallaba Ansley.

Junto a los jugadores extranjeros, el equipo contó aquel año con una estupenda plantilla de jugadores nacionales, encabezados por Manel Bosch, procedente del CAI Zaragoza, Alfonso Reyes, formado en la cantera de Estudiantes, equipo en el que no tendría el protagonismo del que se hizo acreedor con posterioridad, y, sobre todo, Nacho Rodríguez, el auténtico estandarte del Unicaja de aquellos tiempos. Completaba la plantilla un grupo de jugadores jóvenes de la casa: Curro Ávalos, Dani Romero, Gabi Ruiz (la eterna promesa), Ricardo Guillén (aplíquese el paréntesis anterior, pero a lo bestia) y Ernesto Serrano.

Todos ellos conformaban un equipo que, naturalmente, tenía un nivel bastante inferior, sobre todo en lo relativo a la profundidad de banquillo, al que permiten un presupuesto más holgado y una Ley Bosman. No obstante, este grupo de jugadores desprendía una magia que no ha sido igualada aún por estos lares; una magia que nos permitió disfrutar de partidos memorables, que se pueden considerar como pequeños peldaños que nos fueron permitiendo ascender hasta el momento del que habla el título del hilo y el principio del mensaje: un partido contra el Joventut de Villacampa y los Jofresa en el que remontamos con gran esfuerzo casi 20 puntos de diferencia, hasta forzar la prórroga (que, por cierto, acabó con un triple de Kenny Miller sobre la bocina que le convirtió en el mejor triplista de la Historia del club, con un 100% de efectividad) en la que salimos victoriosos; una visita al Cajasán en la recta final de la temporada regular, ganado nuevamente en la prórroga que forzó Mike Ansley con uno de sus proverbiales triples sobre la bocina, tras el que se levantó del suelo, se dirigió a José Alberto Pesquera, y le dio un besito en la frente, que aún hoy desata las iras de Lockhart y Javi G; o ese último partido de la liga regular frente al magnífico Tau de los Perasovic, Ramón Rivas, Marcelo Nicola, Kenny Green o Pablo Laso, por la segunda plaza, tras el que la euforia se desbordó, disparada por el brutal alley-oop entre Nacho Rodríguez y Kenny Miller –jugada que pudimos ver repetida hasta la saciedad durante todo el año– que puso fin al encuentro.

A continuación llegaron las eliminatorias por el título. El equipo había mostrado un magnífico rendimiento a lo largo de la liga regular, pero los playoffs son otra cosa, y existían dudas de que pudiéramos mantener la misma línea en los partidos realmente decisivos. Éstas fueron inmediatamente despejadas. Tanto el Estudiantes de un Alberto Herreros pre-alopécico como el TDK Manresa, que había roto los pronósticos dejando en la cuneta al conjunto baskonista, fueron eliminados por la vía rápida. Esta última confrontación no estuvo exenta de morbo, a causa del pique surgido durante la temporada entre Mike Ansley y Deon Thomas. El de Alabama afirmó con rotundidad para el programa Zona ACB que era el mejor 4 de Europa, mientras que el jugador del TDK respondió en el mismo programa que eso eran paparruchas. La respuesta fue una actuación en el último partido, disputado en el Congost, que DeVerde definiría como obscena.

Y en esto que llegaba la final. Y contra el Barça, nada menos. Ahora sí que arreciaron los comentarios sobre las posibilidades que tenía nuestro equipo, escasas a juicio de la mayoría. Nada hacía presagiar el chaparrón que se le venía encima al equipo azulgrana en forma de triples, la mayoría con la firma de Serguei Babkov. Avalancha que continuó en los primeros minutos del segundo partido de la serie, aunque a lo largo del segundo período, el acierto culé junto a la pájara malagueña hizo que las tornas se invirtieran hasta que, a falta de un minuto, Betancour pudo demostrar su cobardía o su miopía al no señalar como campo atrás una jugada de Montero que tuvo lugar a escasos centímetros del árbitro canario.

La eliminatoria se trasladó a Ciudad Jardín, donde se comenzó a gestar la leyenda urbana de los "movedores de canastas". El ambiente en el vetusto pabellón fue inolvidable durante aquellos partidos. Lo cierto es que la comunión que se estableció entre el equipo y la afición aquella temporada y la siguiente me parece irrepetible, aunque habría que concretar en lo que sucedió aquellos días. La ciudad entera se volcó con su equipo de una manera que dudo mucho que pueda tener parangón en la Historia reciente del baloncesto nacional. Era alucinante ver cómo todo el mundo, incluyendo a los profanos al deporte de la canasta, y al deporte en general, se acercaban a lo que estaba ocurriendo. No se hablaba de otra cosa que no fuera ese equipo de baloncesto formado en gran parte por chicos de la casa que estaba poniendo en jaque a todo un Fútbol Club Barcelona, el equipo de ese tal Epi, que tan bueno decían que fue. Las pantallas gigantes proliferaron por todos los rincones de la ciudad para presenciar los partidos de fuera, así como para que todos los que no tenían el privilegio de acceder al pabellón pudieran ver el partido. No dejaba de ser sorprendente ver cómo algunos de tus compañeros de clase apenas podían hablar, acuciados por la ronquera que habían cosechado la noche anterior frente a alguna de estas pantallas.

Dentro de los muros del pabellón ocurrieron muchas cosas. Dentro del ámbito estrictamente deportivo, el equipo malagueño volvió a liderar la eliminatoria merced a un maravilloso partido de sus pívots. Los hados parecieron oponerse a la victoria de los Celtics de Málaga (como les bautizó Pedro Barthe) cuando, en los últimos instantes del partido, 4 triples inverosímiles del Barcelona pusieron la diferencia en un solo punto, sembrando el pánico entre todos los asistentes, que dio paso a la euforia desatada.

Y, por fin, llegó ese cuarto partido. Nadie habría apostado una sola peseta al principio de la temporada por que el Unicaja tuviese en su mano la oportunidad de decidir la liga en su propio feudo. Sin embargo, así fue. En el período de tiempo transcurrido entre el último triple desde el centro del campo del Barcelona en el tercer partido y el salto inicial del cuarto partido, no hubo lugar en las mentes ni en las conversaciones de los malagueños para otra cosa: el Unicaja podía ganar la liga. El pabellón estaba lleno desde bastante rato antes de que comenzara el encuentro, ya que había que vivir el ambiente; había que preparar los tifos; había que pintarse media cara de verde y media cara de morao; había que disfrutar de cada instante de aquel acontecimiento que, todos éramos conscientes, podía resultar único en la Historia de nuestro equipo. Y así lo hicimos.

Los primeros compases del encuentro no se presentaban demasiado halagüeños, con el Barça controlando el partido. Sólo Ansley y Babkov anotaban, insuficiente bagaje para hacer frente a toda la artillería azulgrana. Poco a poco el equipo fue rehaciéndose, hasta que el Barça abrió brecha en la segunda mitad. No obstante, el equipo hizo gala de ese carácter especial que le caracterizaba, renaciendo gracias al lanzamiento exterior y, sobre todo, a Mike Ansley, que finalizó el partido con la friolera de 37 puntos (no es extraño que se trate del único caso de MVP que no militaba en el equipo campeón en la Historia de las finales ACB). El partido, cómo no, tenía que poner a prueba la resistencia coronaria de todos los que lo presenciaron. Poco a poco, punto a punto, el conjunto malagueño iba acercándose a su rival, hasta situarse con tan sólo dos puntos de desventaja. Sin embargo, el Barcelona tenía la oportunidad de incrementar su marcador por medio de Salva Díez, quien había de acudir a la línea de tiros libres a falta de escasos 20 segundos. La presión le encogió el brazo al base barcelonista, que falló ambos lanzamientos.

Y entonces llegó el momento. El momento en el que podíamos conquistar la liga ACB. Estaba en nuestras manos, lo teníamos a nuestro alcance. Kenny Miller recogió el rebote del segundo fallo de Salva Díez y se lo entregó de inmediato al héroe del partido. Mike Ansley subió el balón con total tranquilidad, defendido por Darryl Middleton. Se especuló mucho con posterioridad acerca de lo que debió hacer el equipo malagueño; de si en esa situación, perdiendo por dos puntos y con cerca de 20 segundos de posesión, lo adecuado era jugarse el triple o si, por el contrario, era más recomendable asegurar la prórroga mediante una canasta de dos. No sé si fue Javier Imbroda o el propio Mike Ansley, pero lo cierto es que Unicaja decidió jugársela a todo o nada. Esos interminables segundos, transcurridos como a cámara lenta, en los que el jugador norteamericano se pasaba la bola entre las piernas una y otra vez, avanzando paso a paso hasta la línea de tres puntos de la canasta rival, permanecen grabados a fuego en la memoria colectiva de todos los que estábamos allí, de pie, al borde del infarto, muchos con la bufanda tapando su rostro, aunque dejando, eso sí, una pequeña rendija por la que poder ver lo que pasaba, como en aquella escena con la que comienza la magnífica Tesis de Amenábar. El silencio contenido se hizo estruendosamente presente en todo el pabellón, como síntoma de la angustiosa expectación que sufríamos. Y finalmente, a falta de unos pocos segundos para el bocinazo final, ocurrió. Desde más allá de la línea de 6,25 (casi 7 metros, de hecho), el balón abandonó las manos de Mike Ansley.

Muchos dicen que la tozuda Ley de la Gravedad ejerció su poderoso influjo sobre el balón, haciendo que éste diera con sus huesos en el hierro; muchos aseguran que, tras ese lanzamiento fallido, transcurrieron unos largos, larguísimos minutos en los que se unieron fallos en el reloj del marcador y unos engorrosos tiros libres que a nada conducían; muchos afirman que, pocos días después de que Mike Ansley fallara un triple, se disputó otro enfrentamiento en el Palau Blaugrana en el que nuestro equipo tuvo sus opciones a lo largo del partido, no fructificando éstas a la postre. Es posible que todo esto ocurriera, pero yo prefiero quedarme con la imagen de un balón naranja girando sobre sí mismo y abriéndose paso hacia el aro que pretendía perforar hasta alcanzar su cenit, como metáfora de la imparable ascensión que experimentó nuestro equipo en aquellos meses mágicos, hasta el punto de alcanzar en la derrota un reconocimiento, un agradecimiento por parte de su afición, una gloria deportiva de tintes hoosierescos que no hemos sido capaces de superar en la victoria. Una victoria que, afortunadamente, hemos podido paladear, y muy recientemente además. Una victoria que, sin lugar a dudas, no habríamos podido disfrutar si, hoy ya hace diez años, Mike Ansley no hubiera fallado un triple.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ahivalahostia, ahivalahostia, eres un plagiador pues. Cagondiez que yo este mismo mensaje, palabra por palabra, lo he leido en el BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO, una página de ahivalahostia en verso de cita diaria obligatoria para informarte de fuera del mundo, que los bilbainos como yo solemos denominar 'el extrabotxo'.

Aupa, que me despido deseandote lo mejor en tu estancia en las inglaterras. Si algún día te cansas de mariconadas como tomar el té o una mierda de 'lunch', te invito a Bilbao a txikitear de verdad.Ahivalahostia. Agur.

7:59 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Cagondiez, que se me ha olvidado decir que no eres un simple plagiador, eres un plagiador de la rehostiap**ta. No solo fusilas artículos, robas chistes o copias nicks, no,no.no. ¿Es que ni siquiera podias haber puesto un título original a tu blog personal?
Ahivalahostia, que he visto en el Google que existe un grupo de artistas con un nombre muy parecido a 'leluisthier'. Aupa, que no me la pegas pues.

Agur.

8:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO


No sólo me ha copiado la noticia, Federicogoyena, sino que buscando en una web lituana, he visto que había colgado un capítulo de Monty Python Flying Circus doblado al nepalí y sutitulado en ugandés, que contenía la frase esa que aparece en todo lo alto de este blog. Lo explico mejor en mi BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO

Federicogoyena, me agrada que leas mi BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO, porque mi BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO trae noticias muy interesantes sobre el deporte malagueño y es conveniente leer el BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO para saber las cosas que pasan relacionadas con el deporte malagueño y que yo siempre incluyo en mi BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO.

Al plagiador este, que está fuera de Málaga, le vendrá bien leer mi BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO, para estar al día de lo que se cuece por los foros y las noticias de nuestro equipo y nuestros deportistas incluídas en el BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO

No lo olviden: BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO

JUAN.
BLOG DEL DEPORTE MALAGUEÑO

3:09 a. m.  
Blogger Luis said...

Me congratula comprobar que el ventanismo sigue en plena forma.

Lo reconozco: utilizo el mismo procesador de texto que Ana Rosa Quintana -el que copiaba capítulos enteros de manera literal por error-, que fue asumido igualmente por Don César Vidal.

5:42 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Peazo "articulillo"!

8:46 p. m.  

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