lunes, septiembre 11, 2006

Un año de tristes efemérides (VI).

Y aquí estamos una vez más dando la matraca. No os preocupéis, que ésta ya es la última (salvo que mi frágil memoria me esté jugando una mala pasada).

Son ya cinco años los que han transcurrido desde que dos aviones se estrellaran en las Torres Gemelas, reduciéndolas a polvo. Oí en cierta ocasión que todos los que lo vivieron recuerdan dónde y cómo conocieron la noticia del asesinato de Kennedy; me atrevo a aventurar que éste es otro de esos casos, y que todos seríamos capaces de recordar lo que estábamos haciendo. En mi caso, estaba viendo Friends cuando mi tía llamó por teléfono para avisarnos del impacto del primer avión. En un principio, supongo que de manera ingenua, pensamos que se trataba de un accidente. Craso error. Minutos más tarde estábamos presenciando cómo centenares de seres humanos habían de elegir entre morir presos de las llamas y saltar por la ventana, decantándose por esta última alternativa en una de las imágenes más aterradoramente estremecedoras de las que hemos podido ser testigos en los últimos tiempos.

Después vino toda la paranoia conspiratoria (que si los dobleces en los billetes de dólar que hacían que salieran inquietantes imágenes relativas a la tragedia, que si en el Pentágono no se había estrellado avión alguno, que si los trabajadores judíos estaban avisados para que no fueran a trabajar, que si la CIA o el Gobierno estadounidense estaban implicados, que si relaciones numéricas...), que todavía sigue dando algunos coletazos. Y la invasión de Irak, claro.

Algo que me he planteado en alguna ocasión es la diferencia de criterio que hemos seguido aquí en España a la hora del respeto de que gozan las víctimas de dicho atentado con el que nos tocó sufrir a nosotros (y cuya paranoia conspiratoria, huelga comentar, está en plena efervescencia). Creo que los atentados del 11-s fueron los últimos (o, mejor dicho, los más recientes) en suscitar macabros ataques de humor, aflorando chistes -tanto por tradición oral como por tradición internáutica en forma de montajes fotográficos, etc.- por doquier que no tuvieron lugar tras la masacre del 11-m, considerablemente inferior en número. No deja de ser curioso cómo el hecho de que el azar te haya hecho nacer dentro del territorio inscrito dentro de unas líneas imaginarias conocidas como fronteras y no dentro de otras nos hace valorar más las vidas de unos seres humanos que las de otras. Si bien hay que reconocer que este tipo de fenómeno no era nuevo en nuestro país, donde víctimas del terrorismo etarra o de alguna catástrofe natural también han visto frivolizada su muerte.

Todo este alarde de humorismo (que no se ciñó a nuestro país, extendiéndose por todo el globo) fue claramente influido por otro fenómeno: el que, directamente, se alegraba de lo ocurrido. Como ejemplo, recuerdo el de un profesor que tenía en la Universidad. Imaginad la situación: comienza el curso académico en octubre, a escasas 3 semanas de la tragedia, y nos encontramos con un profesor al que no conocíamos entrando por la puerta; en aquellos días, la fiebre talibán estaba en su máximo apogeo, lo que ocasionaba que cualquier persona que adornase su careto facial con una barba era tachado de talibán. Pues bien, éste era el caso (a mí siempre me recordó a Rodríguez Menéndez). A los pocos días, y no recuerdo a cuento de qué, surgió el asunto, y nuestro profesor dio rienda suelta a todo su antiamericanismo (pese a que, al contrario de lo que alguno pueda sospechar, no se trataba precisamente de un izquierdista), afirmando que EE.UU. se lo llevaba mereciendo desde hacía tiempo, que más gente murió en Vietnam, que Bin Laden era un santo... Este hombre, y esto no es más que un ejemplo, era un elemento de cuidado.

Lo peor es que, a diferencia de otras tristes efemérides que para vuestra desazón (expresada tanto de manera activa como pasiva) he venido recordando desde esta página, no parece que ésta vaya a ser la última vez que nos enfrentemos a una catástrofe de estas características.

Tratando de honrar, una vez más, la memoria de los afectados, cerramos esta serie para alegría y regocijo de mi parroquia.