En concierto.
Como ya me conocéis, no os sorprenderá que me disponga en estos momentos a relatar algo que sucedió hace más de un mes: en concreto, el 6 de diciembre del año pasado. Muchos os echaréis las manos a la cabeza pero, como ya sabéis, la falta de tiempo y las elevadas dosis de güevonería que me caracterizan -aunque no necesariamente en ese orden-, junto a la necesidad de narrar las peripecias de mi ya felizmente ex-companero de piso han propiciado este pequeno retraso.
En realidad, todo comenzó bastante tiempo atrás, allá por el mes de septiembre. Una de las personas que compartían piso conmigo, como ya comenté en su día, era un italiano (ferviente seguidor de la Vechia Signora, para más señas) que en cierta ocasión me puso al corriente del evento que tendría lugar en la ciudad meses más tarde: un concierto de Tom Rowlands y Ed Simmons, más conocidos como los Chemical Brothers. Lo cierto es que hace algún tiempo que le perdí un poco el hilo a este grupo; en general, le perdí un poco el hilo a la música de baile en general pero, aun así, me apetecía asistir al concierto de uno de los grupos de mi adolescencia. De modo que me acerqué a la taquilla y retiré mi entrada.
Todo el asunto estuvo muy bien. En primer lugar porque volvimos a ver al italiano, que hacía meses que había vuelto a su país, y le tuvimos por casa durante tres días que, por cierto, recordaron tiempos mejores. Los mejores momentos en los meses que llevo viviendo aquí, al menos en lo que a convivencia se refiere, fueron en ese mes de septiembre en el que, tras ser invitados a marcharnos de los dominios de los Thompson, nos adentramos en los de Ricardo. Nos juntamos allí un grupo de gente de lo más variopinto en el que todos nos llevabamos muy bien; hasta Joe me parecía un tipo soportable por aquel entonces... Como muy bien decía Marta -la catalana que habitaba en el piso-, entonces te apetecía econtrar gente cuando bajabas a cenar; después, rezabas por no tener que enfrentarte a esos incómodos silencios provocados por la coincidencia espacio-temporal con gente a la que no tienes nada que decir. En fin, el resto de la historia ya lo sabéis: muchos se fueron, los que vinieron no mantuvieron el nivel y Joe... bueno, de Joe ya os hablé lo suficiente en el capítulo anterior.
En éstas que llegó el día del concierto. Mis acompañantes eran Omar -el italiano- y un antiguo compañero suyo de trabajo, polaco, por si alguno se lo pregunta. El primer dato destacable fue la presencia de una gallega y un aragonés, ambos de edad media-alta, en la puerta de la sala en la que se iba a celebrar el concierto. El lugar en cuestión es el Bournemouth International Centre, un complejo muy grande del que la mencionada sala es solo una pequeña parte. Estuve departiendo un rato con los paisanos, entre otras cosas, de otros conciertos celebrados con anterioridad como el de Prodigy o el de Faithless (este ultimo, al parecer, bastante bueno). Lo más divertido del asunto es que la procedencia espanola de los porteros fue descubierta por nuestro acompañante polaco mientras nos hallábamos consumiendo nuestras respectivas pintas (las suyas de cerveza; la mía de Strongbow) en el bar situado en la antesala de la sala, valga la rebuznancia, como medida con la que consumir un poco del excesivo tiempo de antelación con el que habíamos acudido al B.I.C. Nuestros temores en forma de aglomeraciones estaban totalmente infundados, y no tuvimos problema alguno en colocarnos a pocos metros del escenario. No dejó de ser llamativo el "escaso" público que asistió al evento, dado el caché y el nombre de que gozan los Chemical Brothers. O, al menos, el que yo les atribuía.
Una vez dentro, el teloneo corrió a cargo de un grupo de cuyo nombre no puedo acordarme (aunque tampoco he puesto demasiado empeño en ello, la verdad). Tras ellos, empezó el plato fuerte. La puesta en escena, como ya sabréis los que conozcáis un poco a este grupo, consiste en ellos dos tras un montón de sintetizadores y demás aparatos -en cierto modo recuerda al quirófano, una vez traída La Máquina Que Hace Ping, en la que los Monty Python asisten a una parturienta en The Meaning Of Life- que son manipulados por los Hermanos al ritmo de una música acompañada por un trabajado montaje visual.
Decididamente, pasé un buen rato: dos horitas pegando saltos y descargando adrenalina son del agrado de cualquiera. No obstante, tengo muy claro que habría disfrutado muchísimo más este concierto hace unos cuantos años. En primer lugar porque a mí me gustaban más como grupo -puede que por una evolución personal mía; puede que porque, como afirma El Vampiro, se hayan aburguesado; puede que ambas opciones sean correctas- pero, en segundo lugar, porque, como es natural, se centraron en sus trabajos más recientes que, no digo que sean peores porque, sencillamente, apenas los he escuchado. Vamos, que estoy convencido de que, incluso en estos momentos, un concierto de los Chemical Brothers integrado fundamentalmente por temas del Exit Planet Dust y del Dig Your Own Hole -sus dos discos que más oí y disfruté en su momento- me habría satisfecho en mayor medida.
Por lo tanto, como todo, la fórmula de los Hermanos Químicos (espero que sepáis perdonarme por esta pequena obviedad) tiene sus ventajas -grandes dosis de hedonismo y diversión, himnos que has oído y bailado hasta la saciedad (aunque, como ya habréis podido comprobar por cortesía de CLM, hay gente ardiendo que se mueve con más gracia que yo) , gran espectáculo audiovisual- pero también sus inconvenientes: no sé si será cosa mía, pero uno no puede dejar de sufrir una especie de Sindrome Milly Vanilly, ya que su forma de ofrecer los conciertos no da excesiva sensación de directo. Dicho de otra manera, si se limitasen a ocultar una simple mesa de mezclas tras toda esa parafernalia electrónica, dedicándose a mezclar sus temas como si de una discoteca se tratase -o incluso a reproducir una actuación pregrabada- nadie podría darse cuenta. Al menos, yo no. Por otro lado, fue de lamentar en determinados momentos un excesivo volumen con el que los chunda-chundas se comían todos los demás efectos, casi imperceptibles a menos que conocieras la cancion que estaba sonando.
Poniendo en una balanza pros y contras, creo que la fórmula resulta efectiva y que los Chemical Brothers se muestran bastante eficaces sobre el escenario. Especialmente, el rubio que solía lucir una frondosa cabellera, ahora ocultada por una galopante alopecia (desde luego, el tiempo no pasa en balde), que llevaba claramente el peso de la actuación, frente a una mayor pasividad de su companero.
Por cierto, como colofón al concierto, tras salir de la sala sudando y encontrarme con el intempestivo frío británico, agarré un catarro del que aun no me he recuperado al 100% (aunque ya casi estoy).
Como ya me conocéis, no os sorprenderá que me disponga en estos momentos a relatar algo que sucedió hace más de un mes: en concreto, el 6 de diciembre del año pasado. Muchos os echaréis las manos a la cabeza pero, como ya sabéis, la falta de tiempo y las elevadas dosis de güevonería que me caracterizan -aunque no necesariamente en ese orden-, junto a la necesidad de narrar las peripecias de mi ya felizmente ex-companero de piso han propiciado este pequeno retraso.
En realidad, todo comenzó bastante tiempo atrás, allá por el mes de septiembre. Una de las personas que compartían piso conmigo, como ya comenté en su día, era un italiano (ferviente seguidor de la Vechia Signora, para más señas) que en cierta ocasión me puso al corriente del evento que tendría lugar en la ciudad meses más tarde: un concierto de Tom Rowlands y Ed Simmons, más conocidos como los Chemical Brothers. Lo cierto es que hace algún tiempo que le perdí un poco el hilo a este grupo; en general, le perdí un poco el hilo a la música de baile en general pero, aun así, me apetecía asistir al concierto de uno de los grupos de mi adolescencia. De modo que me acerqué a la taquilla y retiré mi entrada.
Todo el asunto estuvo muy bien. En primer lugar porque volvimos a ver al italiano, que hacía meses que había vuelto a su país, y le tuvimos por casa durante tres días que, por cierto, recordaron tiempos mejores. Los mejores momentos en los meses que llevo viviendo aquí, al menos en lo que a convivencia se refiere, fueron en ese mes de septiembre en el que, tras ser invitados a marcharnos de los dominios de los Thompson, nos adentramos en los de Ricardo. Nos juntamos allí un grupo de gente de lo más variopinto en el que todos nos llevabamos muy bien; hasta Joe me parecía un tipo soportable por aquel entonces... Como muy bien decía Marta -la catalana que habitaba en el piso-, entonces te apetecía econtrar gente cuando bajabas a cenar; después, rezabas por no tener que enfrentarte a esos incómodos silencios provocados por la coincidencia espacio-temporal con gente a la que no tienes nada que decir. En fin, el resto de la historia ya lo sabéis: muchos se fueron, los que vinieron no mantuvieron el nivel y Joe... bueno, de Joe ya os hablé lo suficiente en el capítulo anterior.
En éstas que llegó el día del concierto. Mis acompañantes eran Omar -el italiano- y un antiguo compañero suyo de trabajo, polaco, por si alguno se lo pregunta. El primer dato destacable fue la presencia de una gallega y un aragonés, ambos de edad media-alta, en la puerta de la sala en la que se iba a celebrar el concierto. El lugar en cuestión es el Bournemouth International Centre, un complejo muy grande del que la mencionada sala es solo una pequeña parte. Estuve departiendo un rato con los paisanos, entre otras cosas, de otros conciertos celebrados con anterioridad como el de Prodigy o el de Faithless (este ultimo, al parecer, bastante bueno). Lo más divertido del asunto es que la procedencia espanola de los porteros fue descubierta por nuestro acompañante polaco mientras nos hallábamos consumiendo nuestras respectivas pintas (las suyas de cerveza; la mía de Strongbow) en el bar situado en la antesala de la sala, valga la rebuznancia, como medida con la que consumir un poco del excesivo tiempo de antelación con el que habíamos acudido al B.I.C. Nuestros temores en forma de aglomeraciones estaban totalmente infundados, y no tuvimos problema alguno en colocarnos a pocos metros del escenario. No dejó de ser llamativo el "escaso" público que asistió al evento, dado el caché y el nombre de que gozan los Chemical Brothers. O, al menos, el que yo les atribuía.
Una vez dentro, el teloneo corrió a cargo de un grupo de cuyo nombre no puedo acordarme (aunque tampoco he puesto demasiado empeño en ello, la verdad). Tras ellos, empezó el plato fuerte. La puesta en escena, como ya sabréis los que conozcáis un poco a este grupo, consiste en ellos dos tras un montón de sintetizadores y demás aparatos -en cierto modo recuerda al quirófano, una vez traída La Máquina Que Hace Ping, en la que los Monty Python asisten a una parturienta en The Meaning Of Life- que son manipulados por los Hermanos al ritmo de una música acompañada por un trabajado montaje visual.
Decididamente, pasé un buen rato: dos horitas pegando saltos y descargando adrenalina son del agrado de cualquiera. No obstante, tengo muy claro que habría disfrutado muchísimo más este concierto hace unos cuantos años. En primer lugar porque a mí me gustaban más como grupo -puede que por una evolución personal mía; puede que porque, como afirma El Vampiro, se hayan aburguesado; puede que ambas opciones sean correctas- pero, en segundo lugar, porque, como es natural, se centraron en sus trabajos más recientes que, no digo que sean peores porque, sencillamente, apenas los he escuchado. Vamos, que estoy convencido de que, incluso en estos momentos, un concierto de los Chemical Brothers integrado fundamentalmente por temas del Exit Planet Dust y del Dig Your Own Hole -sus dos discos que más oí y disfruté en su momento- me habría satisfecho en mayor medida.
Por lo tanto, como todo, la fórmula de los Hermanos Químicos (espero que sepáis perdonarme por esta pequena obviedad) tiene sus ventajas -grandes dosis de hedonismo y diversión, himnos que has oído y bailado hasta la saciedad (aunque, como ya habréis podido comprobar por cortesía de CLM, hay gente ardiendo que se mueve con más gracia que yo) , gran espectáculo audiovisual- pero también sus inconvenientes: no sé si será cosa mía, pero uno no puede dejar de sufrir una especie de Sindrome Milly Vanilly, ya que su forma de ofrecer los conciertos no da excesiva sensación de directo. Dicho de otra manera, si se limitasen a ocultar una simple mesa de mezclas tras toda esa parafernalia electrónica, dedicándose a mezclar sus temas como si de una discoteca se tratase -o incluso a reproducir una actuación pregrabada- nadie podría darse cuenta. Al menos, yo no. Por otro lado, fue de lamentar en determinados momentos un excesivo volumen con el que los chunda-chundas se comían todos los demás efectos, casi imperceptibles a menos que conocieras la cancion que estaba sonando.
Poniendo en una balanza pros y contras, creo que la fórmula resulta efectiva y que los Chemical Brothers se muestran bastante eficaces sobre el escenario. Especialmente, el rubio que solía lucir una frondosa cabellera, ahora ocultada por una galopante alopecia (desde luego, el tiempo no pasa en balde), que llevaba claramente el peso de la actuación, frente a una mayor pasividad de su companero.
Por cierto, como colofón al concierto, tras salir de la sala sudando y encontrarme con el intempestivo frío británico, agarré un catarro del que aun no me he recuperado al 100% (aunque ya casi estoy).
3 Comments:
Tenía que haber ido usted al concierto de Faithless, no me cabe la menor duda. Los Chemical Bros. parecen ya los Chemical Granpa. No me extraña que uno de ellos esté quedándose calvete.
Echaremos de menos al entrañable amigo Joe, con sus post-it y sus baladas tiernas de Roberto Carlos.
Espero que hayas tenido ocasión de ponerle a tus compañeros de piso la mítica Dünyayi kurtaran adam y el inolvidable baño del Palau. Yo tengo ya en mi poder el partido del CSKA, y espero tener pronto el de la homérica victoria en el OAKA, con Berni haciendo de Lisandro en Egospótamos. Cuenta con una copia de seguridad de ambos partidos.
Por cierto, me han llegado con la mula las 3 primeras temporadas de Black Books, la serie inglesa que te comenté, y no tiene desperdicio alguno. Rezuma un humor despiadado y vitriólico, y los crueles e hilarantes guiones se regodean en unos personajes ciertamente perdedores y patéticos del estilo de los de Bottom (aquí traducidos como La pareja basura en los inicios del Canal+). Es muy recomendable.
Best wishes, dude.
Jolin, aqui tenia que escribir ese Ex-Rastaman (ahora mas conocido como anisman), veras tu como iban a hblar de esta gente y su concierto, claro que "aliñados" seguro que hasta Dyango en concierto tiene su aquel...
Espero que te vaya bien y esperamos afotos tuyas.
Al Vampiro le diría un par de cosas:
- Ya me habría gustado ver a Faithless, pero no tuve noticia del concierto hasta que fue demasiado tarde.
- No deja de ser divertido que sea usted precisamente quien haga mofa, befa y escarnio de los Chemical Brothers a cuenta de su edad.
- No he podido llevar a cabo ninguna proyección privada de semejante joya del Séptimo Arte. El problema es que mi reproductor de DVD's no lee divx. En cuanto al partido del Palau, lo creas o no, se me olvidó en casa.
Aparte de eso, dar la bienvenida al amigo Pedrote, de quien no creo recordar intervención alguna por estos lares. Eso sí, parece que tu aventura en esto de los blogs no ha sido especialmente prolífica.
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