miércoles, enero 04, 2006

Informando desde Málaga.

Nadie me puede acusar de incumplir mi palabra. En mi anterior intervención prometí que haría todo lo posible por presentar una nueva actualización antes de venir a este magnífico lugar en el que los días de invierno pueden ser tan soleados como el que, con 20 grados ("casi verano", según palabras -convenientemente acompañadas por unos ojos desorbitadamente estupefactos- de una amiga noruega que también volaba a casa el lunes y que, no exenta de un cierto afán de mortificación propia, quiso comparar lo que le esperaba a ella y lo que me encontraría yo), me recibió ayer y en el que, sobre todo, los teclados están dotados de la maravillosa letra ñ y de acentos. No obstante, lo posible en este caso no ha sido suficiente.

Y no lo ha sido, básicamente, porque he andado muy liado estos últimos días con una nueva mudanza; doble mudanza, para ser exactos. ¿Y por qué doble mudanza? Pues vamos al lío: resulta que en estas fechas pre-navideñas, navideñas y post-navideñas se ha producido el segundo Gran Éxodo de extranjeros en esta ciudad tras el producido en octubre, lo que ocasionó que un par de habitaciones del piso en el que vivía quedaran vacías. Esta coyuntura fue aprovechada por mi casero para dejar caer la posibilidad de que probablemente necesitaría el piso entero para alojar en él a una familia, por lo que los que allí quedábamos seríamos reubicados en alguno de los otros pisos de su propiedad, aunque, en un primer momento, no se trató de algo definitivo, sino que me dijo que en un par de semanas sabría algo más. Pasó el tiempo y volví a ponerme en contacto con él, anunciándome que no sería necesario cambiar de piso ya que, por el momento, la familia sólo pretendía ocupar las habitaciones del piso de arriba. Aquello suponía que mi compañero de habitación y yo nos trasladaríamos a la habitación que dejaron libre Femke y Marta en el piso de abajo. Lo cierto es que el panorama no se presentaba demasiado halagüeño: quedarnos a solas con la familia y el "rompesillas" no era una posibilidad especialmente atractiva para Wissam y para mí, pero, dadas las circunstancias vacacionales de ambos que imposibilitaban la búsqueda de piso, se presentaba como un mal menor.

Nuestras respectivas escapadas obligaban, además, a efectuar la mudanza inmediatamente, ya que la familia pretendía instalarse a mediados de enero, fechas en las que Wissam se iba a Francia ese mismo fin de semana mientras que, con toda probabilidad, yo aún me hallaría disfrutando de este veraniego invierno para cuando ellos llegaran. En principio puede parecer que esta "pseudo-mudanza" no era gran cosa, que sólo consistía en bajar nuestra ropa y enseres personales de una habitación a otra, pero, por el contrario, supuso movimiento de camas y de diverso mobiliario: el mobiliario, para tener una habitación lo más confortable posible; las camas, porque en realidad, la habitación de las niñas había sido alquilada para un par de semanas por el brasileño para su familia. Hablamos con él y le pareció bien quedarse con la nuestra mientras nosotros nos íbamos directamente a la habitación de abajo, aunque con una condición: tener dos camas de la misma altura, ya que nuestro dormitorio sería ocupado por él y su novia.

Finalmente todo quedó en orden y nos quedó una habitación de lo más molona. Lamentablemente, un nuevo encuentro con mi casero supuso el descubrimiento de que no todo iba a ser tan fácil. Como ya habréis imaginado, la familia cambió de opinión y el casero nos informó de que nos tocaba hacer una mudanza en condiciones. Qué queréis que os diga, no nos podemos quejar: como bien es sabido, antes de realizar actividad física es conveniente realizar ejercicios de calistenia, y no siempre la vida te brinda la posibilidad de hacer una mudanza de calentamiento poco antes de llevar a cabo la de verdad.

La de verdad pudo llevarse a cabo tras una ardua operación de busca y captura de mi casero que se prolongó hasta el mediodía de ayer, momento en el que pude localizarle para que me diera las llaves y así tener un lugar en el que dejar mis cosas antes de que los invasores lleguen.

Joe, por su parte, parecía dispuesto a aferrarse a su habitación como el que se agarra a un clavo ardiendo. En alguna ocasión en la que tuve la mala suerte de coincidir con él en la cocina, me pareció que no tenía demasiadas intenciones de irse a ningún lado, impresión corroborada por la aparición de nuevas notitas destinadas, en esta ocasión, a la familia. Antes de revelaros su contenido, he de poneros en antecedentes: resulta que en el piso hay dos frigoríficos, de los que él afirma que uno es suyo; de hecho, si por desconocimiento introducías algún producto en "su" nevera, al día siguiente te lo encontrarías convenientemente reubicado en la otra. Debo confesar que siempre tuvimos sospechas de que, como se diría en el argot malagueño, nos estaba haciendo el gato, hasta el punto de que Marta se lo preguntó en cierta ocasión obteniendo previsible respuesta: lo había comprado él. No demasiado conforme con la versión de nuestro compañero de piso, la siguiente pregunta fue cuánto había pagado por él, pero, según parece, nuestro amigo desconocía este extremo al haber sido la nevera traída por un primo o algo así. Os preguntaréis por qué no nos dirigimos directamente al casero para asegurarnos; yo también. Pues bien, como habréis adivinado, Joe se ha apresurado a indicar a los futuros inquilinos qué frigorífico pueden usar y qué frigorífico les está vetado.

Sin embargo, he de aclarar que este tipo de cosas no son en absoluto significativas para la enorme alegría que supone para mí el perderle de vista. La silla, las notitas, el frigorífico, sus atrincheramientos en la cocina durante horas con su amigo portugués (al que también hay que echarle de comer aparte pero que, dada su condición de freakie del 15, uno no puede dejar de tenerle cierta simpatía siempre que no haya que escucharle durante más de cinco minutos seguidos)… minucias futesas. Lo verdaderamente importante de este tipo es que es plasta con entusiasmo; el tipo más insoportable que os podéis imaginar; un pelmazo de dimensiones olímpicas. Durante un cierto tiempo pareció estar enfadado conmigo por alguna razón que se me escapa, período durante el cual ni siquiera se dignaba a responderme cuando le daba los buenos días. Lo cierto es que no podía ser más feliz. Pero ahora parece habérsele pasado el berrinche y ya, para mi desgracia, hasta habla conmigo. No obstante, debo reconocerme terriblemente afortunado por pertenecer al género masculino, lo que me aliviaba considerablemente la carga de diálogo que vertía despiadadamente sobre mí. Mucho peor era la situación de Femke, la otrora "puta alemana", a la que, en cuanto coincidían en el tiempo y en el espacio, sometía a un férreo marcaje digno del de San Bernardo que obligó a Macijauskas a salirse dos metros de la línea de fondo para zafarse de él.

Para que os hagáis una idea de lo enojoso que puede llegar a ser una persona y de lo que tenía que aguantar la pobre os contaré lo que sucedió uno de los últimos días de Femke en el piso. Yo me encontraba desayunando en la cocina mientras ella entraba y salía. En una de éstas entradas, se abrió la puerta de su habitación. Llegó a parecerme que sonaba un lento y prolongado chirriar parecido al que solía acompañar a Bela Lugosi y demás familia de Valdis cuando abandonaban su sarcófago con los colmillos en pleno estado de erección ante la presencia de una incauta jovencita que se atrevía a merodear en solitario por inhóspitos lugares que nunca habría debido visitar. El terror me invadió; no había escapatoria posible. Nos iba a tocar aguantarle. Afortunadamente para mí, decidió cebarse con ella de la manera más inhumana que os podáis imaginar; sacó de su habitación un mortífero instrumento que debería estar contemplado en los Tratados de No Proliferación, si no en la mismísima Convención de Ginebra: un disco de Roberto Carlos (que, por cierto, fue, si no me equivoco, el mismo con cuya difusión a toda pastilla tuvo la osadía de despertarme a las 9 y pico de la madrugada del día 1 de enero). No es que pretendiera poner el disco mientras compartíamos cocina, no; lo que hizo fue ponerse a traducirle a la probe mushasha las canciones una por una. UNA POR UNA. Bien es cierto que no ponía las canciones enteras, sino que, por el contrario, se adhirió al método de escucha musical patentado por Rastaman (también conocido por aquí como Peter o, más recientemente, Sampretas): el de las mititillas de canciones. Aun así, tener a la probe mushasha durante un cuarto de hora soltando pretendidas risitas de complicidad ante cada estrofa es un castigo demasiado cruel. Yo, por mi parte, estaba sentado en una silla que les daba la espalda, lo que tenía una parte buena y una parte mala: lo bueno es que ellos no podían ver mi cara de estupefacción; lo malo es que yo no pude ver la cara de estupefacción de Femke. Lo mejor del asunto es que, contra mi convencimiento, esta idea de Joe según la cual Femke podría estar tremendamente interesada en conocer los textos de Roberto Carlos no venía de una conversación anterior en la que este nombre hubiera surgido por cualesquiera circunstancias; por el contrario fue, como se suele decir, por la puta cara.

Cuando hablé con mi casero ayer le pregunté por Joe, en parte por genuina curiosidad ocasionada por las notitas, en parte por la capa de sudor-escarcha que cubría mi espalda cada vez que se me pasaba por la cabeza la posibilidad de que acabara mudándose al mismo piso que nosotros, en el que, según pude comprobar el día que mi casero me enseñó el piso, aún quedaba una habitación libre. Y adyacente a la nuestra, nada menos. Según me comentó Ricardo, Joe se cabreó bastante, aunque finalmente tuvo que aceptar a regañadientes su cambio de residencia, aunque solicitó un mes más en mi ya antigua casa. Cada vez que me imagino a esta pobre familia conviviendo con Joe no puedo evitar sonreír maliciosamente. Especialmente cuando, hace un par de días al salir de mi habitación, pude oír cómo, si Zapatero hizo en los primeros tiempos de su mandato un llamamiento a los miembros -con perdón- de su partido a no caer en la autocomplacencia, Joe no pertenece al Partido Socialista o no sigue la disciplina de partido, ya que una serie de gemidos de los que pueden causar un trauma infantil, si es que esta familia tiene infantes, llegaron a mis oídos a través de su puerta.

Lo mejor de todo es que no ha sido la primera vez que he tenido la ocasión de oír semejantes psico-cacofonías. Recuerdo una noche en la que llegué de trabajar a eso de las dos de la madrugada, descubriendo que Marta estaba despierta gracias a un pequeño ataque de insomnio, lo que la impulsó a acompañarme a la cocina que, como recordaréis, comparte paredes con la habitación de Joe, para fumarse un cigarro y charlar un rato. Sabíamos que Joe estaba despierto porque la televisión estaba puesta a un volumen más allá de lo razonable a esas horas (si bien es cierto que las paredes de su habitación son de puro chapón ya que aquélla solía ser el cuarto de estar -de ahí la presencia de ese jardín, tan importante en la célebre historia de la silla- hasta que Ricardo decidió que podría sacar más dinero convirtiéndola en un dormitorio más), por lo que nos sentíamos libres para hablar en un tono normal; hasta que, a los pocos minutos de estar sentados, estos sonidos -que no venían del televisor- comenzaron a martillear nuestros puros y castos oídos. Todo parece indicar que no estaba acompañado salvo que: a) tuviera a alguien especialmente silencioso/a y/o aburrido/a como acompañante/a; b) le vaya la necrofilia. Lo que es seguro es que él sabía que nosotros estábamos allí, por lo que igual es que le va que le escuchen. En cualquier caso, tras compartir miradas atónitas y tensas risitas ahogadas, nos dispusimos a desalojar la cocina a la mayor brevedad posible.

Bueno, parece ser que mi proverbial dispersión ha provocado que, una vez más, me haya ido por las ramas de mala manera. Volviendo al tema en cuestión, os preguntaréis: ¿qué tal el piso? Bien, gracias. Es bastante parecida a la otra y situada en la misma zona. La habitación es de un tamaño bastante similar y, en general, adecuado. El resto de la casa tampoco difiere demasiado: dos cuartos de baño, una cocina un poco más pequeña que la que teníamos, pero en la que hay una tele y un calentador de agua, un jardín (lleno de ramas y desperdicios en general, eso sí)… Y al menos sabemos que hay dos frigoríficos utilizables por todos los habitantes de la casa.

En cualquier caso, parece probable que este sitio sea una cosa más bien transitoria y que a mi vuelta nos pongamos a buscar un piso de mayor calidad, pero ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Ah, se me olvidaba. ¡Feliz año a todos!

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No se puede decir que hoy hayas sido breve, ni mucho menos.
Ya puedo decir que te he vsto y que sigues como hasta ahora, o sea, igual que cuando te fuistes; y con mas chistes del mismo tipo para contar.
Espero que la casa nueva este bien y esperamos aventuras desde alli.
Un abrazo!

10:21 p. m.  
Blogger Miada said...

Yo voy a echar de menos las historias de Joe...;)

Un beso.

11:17 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Machote, te escribo para decirte que van a volver a echar "Humor Amarillo" en las teles de nuestro pais, mas concretamente en Cuatro. Los fines de semana a las 14:30 o asi.
Aqui tienes el link de la noticia para leerla si quieres.

http://www.formulatv.com/1,20060117,1778,1.html

Con esto, esperamos tenerte mas pronto de vuelta por España.
Un saludo!

10:34 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Bueno, espero que hayas tenido un buen viaje de vuelta a Bornemouth, que la adaptación a la nueva casa no te suponga una pesadilla y que....................tengas a Joe en la habitación de al lado. Sí, sí (tu sí que eres grande Imbroda), todo sea porque continuen las entretenidas historias de ésta mala versión carioca-lusa de Inganius Really en éste Blog, aunque tu salud mental peligre más que la de Rastaman (el niño del anís) viendose torear en el Carpena.

Ya estás tardando en colgar alguna fotillo para que podamos hacernos una idea de cómo es aquel lugar: sus peculiares pasos de cebra, sus librerías-cafeterías, algunas fotos de los compañeros y demás fauna habitante del piso (ésto vá por el fan de Roberto Carlos que no necesita un millón de amigos; con cinco le basta para pasar un buen rato), y por supuesto, de la primera bicicleta que, al contrario que el resto de sus hermanas que suelen ser montadas por personas, monta a una.

Muchos saludos y mis mejores deseos. Vuelve a escribir pronto, que tu visita se ha hecho muy corta.

P.d: La idea de organizar una excursión ventánida para visitarte no solo era una táctica para quedar bien y darte largas; que sí lo era; si no que lo estamos considerando muy seriamente, de verdad....coñe que sí, que te lo juro...lalalala.

P.d II: No quería despedirme con una nota tan negativa después de escribir un mensaje tan alentador y positivo; pero tio, ha sido irte para el extranjero y volver la buena televisión: Baloncesto español y europeo por un tubo (y gratis), el regreso de Humor Amarillo con el Chino Cudeiro... El colmo sería que ofrecieran lo mejor de Les Luthiers en 'prime time'.

Saludos.

11:09 p. m.  
Blogger Luis said...

Varias cosillas:

- A Miada: eso es porque te gusta regocijarte de las desgracias ajenas, mala persona. En cualquier caso, no desesperes: la fauna de mi nuevo piso es bastante prometedora, aunque ya me extenderé en cuanto tenga algo más consistente que simples primeras impresiones (y tiempo para escribirlas).

- A Mostruo: no me lo puedo creer. Tienen que esperar para reponer la obra maestra de Takeshi Kitano hasta que yo me voy al extranjero. En cualquier caso, siempre me queda el consuelo de que, en adelante, los episodios disponibles por la red serán bastantes más. Por cierto, no será verdad eso de que van a cambiarle los doblajes...

- A CLM: por suerte o por desgracia, no hay -que yo sepa- documentos gráficos de Joe; no obstante, ya pondré alguna foto en un futuro no muy lejano.

9:20 p. m.  

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