miércoles, junio 28, 2006

De alegrías y de tristezas (deportivas).

Los últimos días han deparado sentimientos dispares en lo que al ámbito deportivo se refiere. Como habrán intuido mis avispados lectores, la de cal la ha dado el baloncesto. Especialmente un señor con barba que responde al nombre de Jorge Garbajosa y cuyo última temporada (al menos en esta primera etapa; ¿por qué descartar una posible vuelta al término de su contrato?) me he perdido. Si bien he pensado en bastantes ocasiones que he elegido el año idóneo para estar en el extranjero -no en vano me he perdido la el doblete culé, la UEFA sevillista, el descenso del Málaga y los programas especiales dedicados a la muerte y agonía de Rocío Jurado-, no es menos cierto que me produce incalculable desazón el no haber podido disfrutar del 50% por ciento del tiempo que este tiratriples ha pasado en nuestro equipo. Como consuelo siempre me quedará el haber sido testículo de su última incursión vestido de verde -y a la postre definitiva- en el mundo del porno duro canastero (es posible que alguno de mis estimados lectores no sepa que la semana pasada estuve en casa de vacaciones, por lo que tuve la oportunidad de ver el segundo partido en la cancha y el tercero en la pantalla gigante instalada en la Plaza de Félix Sáenz): esa enormidad de triple con el que finiquitó la final que, en cierto modo, nos compensó por el que falló Mike Ansley hace más de una década.

Probablemente haya alguno que esté pensando que todo esto aconteció hace ya una semana; mi respuesta es que ya deberíais conocerme.

Sin embargo, si bien la alegría fue tremenda (mi amigo Dani lo explicó mucho mejor de lo que lo haría yo), ésta vino acompañada de una decepción que no por pronosticada desde hacía tiempo dejó de serlo: el principal pilar sobre el que edificaba el equipo ha decidido probarse en la NBA. Una auténtica pena. Hace un par de temporadas, el proyecto de nuestro equipo se presentaba extraordinariamente prometedor gracias a lo que podría dar de sí en el siguiente lustro un juego interior formado por Jorge Garbajosa en el ápex de su carrera y Fran Vázquez en meteórica progresión ( y aprendiendo de Jorge). Poco nos ha durado, desde luego. Dos añitos, y a reconstruir el equipo. En cualquier caso, mis mejores deseos para Jorge en su nueva andadura. Se lo merece como jugador, como profesinal y como persona. ¡Hasta siempre!

Y ahora nos toca comentar la de arena. Como culminación de una temporada nefasta en lo que al fútbol se refiere (ya di algunas pinceladas unos párrafos más arriba), el inevitable colofón lo había de poner la selección en su enésima gran cita saldada con el correspondiente sinsabor. No obstante, esta nueva derrota ha sido relativamente indolora por los factores que procedo a enumerar:

- El interés que siento por este deporte ha ido decreciendo con el tiempo de manera notabilísima. Todavía lo sigo relativamente, pero nada que ver con hace 8 ó 10 años atrás.

- Cuando no esperas nada, el margen para la decepción se torna escaso. Y yo, desde luego, estoy en este punto bastante escarmentado con nuestro equipo nacional. Tengo muy claro dónde se halla nuestro techo: se suele decir que en cuartos de final; más bien diría que está en el punto en el que nos la juguemos contra un equipo medio en condiciones. Este punto suele llegar en cuartos, aunque no siempre es así, como pudimos comprobar ayer.

- Desde hace tiempo, siempre había deseado que la selección perdiera como la gente normal (una sensación parecida a la que he tenido siempre en los enfrentamientos entre el Unicaja y el Barcelona), y eso es exactamente lo que hicimos ayer: el rival era de una entidad suficiente como para que no abochorne perder contra él; la fase del campeonato en la que hemos caído es lo suficientemente avanzada como para que no sea una hecatombe de proporciones bíblicas siempre que se cumpla el punto anterior; jugamos lo suficientemente bien como para decir que no hicimos el ridículo pero lo suficientemente mal como para no sentir que hemos tenido unas dosis surrealistas de mala suerte; no hubo lugar para que podamos decir ni mu de la actuación arbitral y, por lo tanto, para el sentimiento de haber sido robados; no ocurrió nada extraordinario en el tramo final del partido: sin goles postreros que significaran algo en contra, sin penaltis fallados, sin jugadas que den pie a que dentro de 12 años un Andrés Montes cualquiera te pregunte en la retransmisión a la que acudes en calidad de comentarista técnico cómo demonios pudiste fallar aquello...

- Aun habiendo ganado, el camino no estaba especialmente despejado puesto que nos esperaba Brasil que nos habría dado, como dijo alguien del foro durante la eliminatoria contra el Tau o contra el Joventut (no lo recuerdo bien), the octopus one. Por lo tanto, no nos queda la sensación de oportunidad histórica desperdiciada. Parafraseando a unos grandes exponentes del humor televisivo de nuestro país: "si hay que ir se va, pero ir pa na..."

- Esperemos que esto sirva (no me llames iluso...) para rebajar algo los niveles de amarillismo que alcanza la prensa deportiva patria en estos casos. Portadas como las del Marca en los últimos días son sencillamente esperpénticas.

Pero bueno, a pesar de todo lo dicho, aunque esta derrota me haya dolido menos que lo que nos suelen deparar los furiosos españoles, no dejó de darme pena. Para colmo, vi el partido rodeado de tres franceses a los que otro paisano y yo habíamos asediado con nuestro trash talking desde el minuto 1 del partido (aumentado, por supuesto, tras el gol de Villa). Lo cierto es que nos la buscamos, os doy la razón. En cualquier caso voy a echar de menos el ambientillo que se vive durante un mundial en territorio extranjero y rodeado por gente de todo el mundo.