domingo, diciembre 31, 2006

Menuda forma de despedir el año.

Esa puerta a la esperanza que se abrió hace unos meses se acaba de cerrar. ETA ha decidido acabar con la extraordinaria posibilidad que se le había presentado para cerrar tanto sinsentido de una manera más o menos “honrosa” y positiva para ellos por medio de un atentado perpetrado por medio de una furgoneta-bomba en el Aeropuerto de Barajas, producido esta mañana.

Yo era de los que pensaban que esta vez podía ser la de verdad debido a la incomodísima situación en la que se hallaba la banda, fundamentalmente por dos razones: en primer lugar, gracias a la actuación policial a lo largo de estos años, la capacidad operativa de los terroristas se había reducido ostensiblemente; en segundo lugar –y a mi juicio más importante– por el menor apoyo del que cada vez gozaba en el País Vasco, donde cada vez están para menos tonterías. He ahí la razón de que ETA llevara tanto tiempo sin matar: saben perfectamente que prácticamente cualquier asesinato les resultaría contraproducente entre ese sector de población –el decisivo– que en algún momento ha apoyado, justificado o comprendido a ETA pero que en la actualidad se halla entre Pinto y Valdemoro y cuyas simpatías pueden oscilar hacia uno y otro lado de manera indeseada en cualquier momento. Este callejón sin salida en el que se encontraban los terroristas es el que probablemente les habría hecho llegar a la conclusión de que su “lucha” es inútil, que no van a conseguir nada y que, de hecho, hay poco que puedan hacer sin ganarse el rechazo cada vez más generalizado de los que en algún momento pudieron o pudieran estar de su lado. Es por ello –y por las razones que argüí en su momento en el foro de Unicaja– que pensaba que ahora sí que sí.

Era plenamente consciente de que el camino iba a ser largo, duro y difícil; que desde ETA habría algún órdago; que habría parones; que habría retrocesos. Pero no pensaba que en menos de un año volveríamos a estar con la misma cantinela. Todos sabemos que esto era un pulso y ETA ha ido probando al Gobierno para ver hasta dónde se le permitía llegar, a base del progresivo recrudecimiento de la violencia callejera o el célebre robo de pistolas en Francia. Llevo algún tiempo pensando que desde el Gobierno se tendrían que haber planteado la posibilidad de dar un ultimátum o incluso de paralizar el proceso mientras no se cumplieran las condiciones necesarias, pues motivos tenían. Optaron, en cambio, por la política de apaciguamiento. Y éste es el resultado: un órdago en toda regla. Ahora a Zapatero sólo le queda la posibilidad de ver la apuesta y mostrar total firmeza.

Pese a todo, desde un primer momento me parecía que, incluso en el caso de que el proceso fracasase, ETA saldría muy dañada de él (especialmente si eran ellos quienes lo rompían). La gente estaba esperanzada y veía posible comenzar a acabar con el terrorismo, y estoy plenamente convencido de que mucha gente de ese sector al que me referí más arriba está muy desilusionada con todo esto (más aún habiendo muertos). Por mucho que Otegi culpe al Gobierno, no cuela, y ETA va a salir debilitada en el terreno de los apoyos. Incluso cabe la posibilidad de no todo el mundo dentro de la organización terrorista esté de acuerdo con esta vuelta a las andanzas y que el reinicio de las hostilidades (más aún cuando, al contrario de lo que ha ocurrido siempre, no ha habido un comunicado oficial declarando el alto el fuego como finalizado) suponga una fractura interna dentro de la banda que pudiera desembocar en una escisión que, indudablemente, sería muy bueno. En fin, supongo que por muy malas que sean las noticias, siempre hay que buscarle el lado positivo. Ya se sabe lo que decían los Monty Python:



Con tan memorable escena y los tan provechosos propósitos por los que en ella se aboga aprovecho para desearos un feliz año 2007 a todos.

sábado, diciembre 23, 2006

Haciendo Historia.

Volvemos a hablar de baloncesto.

Hace algunas semanas publiqué en este mismo espacio mis primeras impresiones sobre lo que podía dar de sí mi equipo -el Unicaja- en esta temporada en la que, por primera vez, había de defender el título de Campeón de Liga cosechado la pasada temporada, en lo que constituyó el punto culminante del progresivo crecimiento que comenzó con Imbroda, se consolidó con Maljkovic y que cristalizó en títulos con Scariolo. Ya entonces manifesté las dudas que el proyecto suscitaba, si bien las esperanzas de recuperación se mantenían altas considerando los antecedentes de las anteriores temporadas de Scariolo junto a la presunta calidad de nuestros jugadores.

El panorama a día de hoy no es mucho más halagüeño. El tiempo ha pasado y las sospechas, lejos de disiparse, parecen presentarse con más fuerza si cabe. Hay momentos en los que parece apreciarse una lenta y leve recuperación, pero los retrocesos son continuos. No en vano el propio Scariolo ha reconocido que el período de adaptación puede darse por concluido, que a estas alturas las prestaciones habrían de ser ya bastante más elevadas y que la mejoría tendría que ser más constante.

Muy al contrario, frente a los escasos partidos que permiten mirar al futuro con esperanza (como la reacción que permitió remontar un partido bastante cuesta arriba como el que finalmente le ganamos a un Barça que también anda bastante pachucho) se oponen con mayor peso y cantidad los que invitan a la zozobra. De hecho, si a mi regreso del viaje a Madrid no podía evitar preguntarme cuántos años hacía que el equipo no nos obsequiaba con un partido tan nefasto (me atrevería a decir que ni siquiera en los tiempos de Paco Alonso), poco tiempo ha tenido que transcurrir hasta encontrar material digno de equipararse a tamaña “exhibición”. Como ejemplo, el esperpento de ¿partido? que tuvimos que presenciar en la visita del Pamesa en lo que me atrevería a decir que fue el peor partido del que recuerdo haber sido testículo; tengo dudas de si la actuación del Unicaja llegó a superar a la de nuestro estreno liguero, pero, mientras que en éste nos tuvimos que medir a un Real Madrid en estado de gracia, cualquier otro equipo –cualquiera- habría ganado sin dificultad a ese Pamesa tan espantoso por al menos 20 puntos (huelga aclarar que cualquier otro equipo habría hecho lo propio contra nosotros). Para colmo, el simulacro de partido terminó con uno de esos finales en los que uno se pregunta en qué estaban pensando esos teóricos profesionales que, recordémoslo, se ganan la vida con esto: a falta de 26 ó 27 segundos el Pamesa gozaba de 3 puntos de ventaja y se disponía a atacar, de modo que, aun contando con un fallo del conjunto taronja, apenas nos quedarían un par de segundos para hacernos con el rebote -o al menos intentarlo-, cruzar toda la cancha y lanzar un triple muy lejano a la desesperada para, en el mejor de los casos, forzar la prórroga. La decisión de no hacer falta, incomprensible para el entendimiento de los simples aficionados de a pie, no llegó si quiera a saldarse con tan poco esperanzador escenario ya que ese tiro que inevitablemente había de llegar en el último segundo de posesión fue un triple que además entró. No obstante, lo más sangrante de todo este asunto es que olvidé mi entrada en casa por lo que, no sólo perdí dos horas de mi vida en tragarme semejante bodrio, sino que además tuve que pagar por ello.

Y en éstas, con más pena que gloria tanto en la competición doméstica como en esa primera fase de la Euroliga que también se nos dio la temporada pasada, llegamos a una debacle de proporciones históricas como la que tuvo lugar en el Olímpico de Badalona. Lo que queda claro, al menos, es que ya no cabe duda alguna respecto al peor partido del equipo en esta temporada y en toda su Historia; ya podemos decir sin pensarlo ni un segundo cuál ha sido el partido más desastroso que jamás haya disputado nuestro equipo (espero no tener que rectificar tal aserto en el futuro): más de 100 puntos encajados, apenas por encima de los 50 puntos anotados, doblados en el marcador, una diferencia de 53 puntos, 35% de acierto en tiros de dos, ¡casi una pérdida de balón por minuto! En fin, que parece complicado hacerlo peor. Afortunadamente me libré de presenciar tan dantesco espectáculo, aunque he de reconocer que voy a intentar hacerme con la grabación del partido por malsana curiosidad; aún no consigo explicarme cómo fue posible encajar un resultado así. Bien es cierto que ya presencié en su momento un par de partidos de este tipo, aunque desde el otro lado de la barrera: contra el Fuenlabrada y contra alguno más en, si no me falla la memoria, un meteórico inicio de temporada bajo la batuta de Maljkovic y con Mrsic y Gurovic sobre la cancha. Por muy improbables que fuesen estos marcadores, no dejaba de existir, al menos, una gran diferencia entre estos equipos y aquel Unicaja con la que explicar en parte lo que ocurrió, pero no recuerdo un marcador tan abultado entre dos equipos de un potencial similar.

Ante una mediocre trayectoria como la que estamos protagonizando, jalonada con ocasionales ridículos de magnitud apocalíptica, las dudas apuntadas por el equipo en general y por algunos jugadores en particular a principio de temporada no hacen sino multiplicarse: Pepe está tan perdido como en la mayor parte de su primer año; Marcus anda de lesión en lesión (hasta el punto de que no parece ya que podamos volver a contar con él en lo que queda de temporada); Kostas brilla a fogonazos y hace un aceptable papel como revulsivo (si bien, como ya le ocurriera a Risacher, parece no contar con el favor del técnico, quien le da un protagonismo mucho menor del que a mi juicio se está ganando); (Orson) Welsh no parece ser el líder que necesitábamos para relevar a Garbajosa en el apartado anotador; Carlos Jiménez hace lo que puede en su reconvertida posición de 4 (en la que sigo pensando que está desperdiciada gran parte de su potencial); Pietrus parece haberse desinflado, volviendo por sus fueros, tras un prometedor arranque de temporada; Lorbek une a sus evidentes limitaciones una timidez, una escasez de autoestima y una fragilidad mental que le impiden sacar partido a sus virtudes en los pocos minutos que le da el entrenador; de Miguel aporta trabajo sucio y, pese a que me gustaría verle más tiempo sobre el parqué, continúan siendo un misterio los términos en los que se concretó su fichaje; sólo Cabezas y Berni parecen aportar convenientemente en todas las facetas, especialmente anotando con regularidad y consistencia hasta el punto de convertirse en las referencias ofensivas del equipo, lo que, por mucho que me alegre por ellos, no deja de ser un mal síntoma. Globalmente las lagunas en ataque son evidentes: sólo Santiago ofrece ciertas garantías en el poste bajo (y tampoco estamos hablando de Wilt Chamberlain) y la capacidad de amenazar de nuestros tiradores no es mucho mayor; la fluidez, además, brilla a menudo por su ausencia ante la mala forma de Pepe y las limitaciones de Carlos que, por muy bien que lo esté haciendo el marbellí, no se pueden pasar por alto. Así, el repertorio se suele reducir a un continuo penetrar y doblar, muy previsible para el resto de los equipos.

Para colmo, no falta quien empieza ya a pedir la cabeza de Scariolo. Personalmente me parece una locura. Entiendo que el italiano se ha ganado el suficiente crédito en su trayectoria al frente de nuestro equipo (recordemos: salvar del desastre a un equipo roto y meterlo en Euroliga en su primera temporada; levantar la Copa del Rey en su segunda; proclamarse Campeón de Liga en la tercera, al tiempo que cerraba la primera fase de Euroliga como mejor equipo de la competición y arrebatarle un trienio al Barcelona, toda una hazaña si tenemos en cuenta el lastre con el que lo comenzamos) como para que le permitamos hostiarse un año.

Resumiendo, una vez transcurrido un tercio largo de la temporada, ya comienza a haber suficientes elementos de juicio como para calibrar las posibilidades del equipo y esto tiene bastante pinta de temporada de transición, la verdad. Me parecen excesivamente agoreras las predicciones de quienes ya se aventuran a situarnos fuera de las eliminatorias por el título, pero me parece que podremos darnos con un canto en los dientes si alcanzamos las semifinales (teniendo en cuenta que difícilmente nos meteremos como cabezas de serie, lo que conlleva un rival complicado en cuartos). Donde hay que echar el resto es, sin duda, en la Copa. Las características de una competición que tan sólo requiere un fin de semana largo de inspiración la convierten de por sí en una magnífica posibilidad de salvar una temporada; más todavía con un escenario propicio. Iniciar el nuevo trienio con una Copa y unas semifinales de Liga sería todo un éxito si tenemos en cuenta las circunstancias.

No obstante, la histórica catástrofe podría finalmente tener consecuencias positivas, ya que parece que consiguió despertar en nuestros jugadores un orgullo que, ante la falta de buen juego, se antojaba imprescindible para salir adelante. Resulta inexplicable que los mismos jugadores que el miércoles se habían arrastrado por la pista el viernes puedan borrar del mapa a un equipo que no lo estaba haciendo mal como el Caja San Fernando mediante una magnífica defensa (22-0 como parcial de arranque de un primer cuarto en el que los sevillanos no anduvieron demasiado lejos de quedarse sin inaugurar el marcador), una buena disposición para el contragolpe, un notable acierto en el tiro y unas ganas que, de haber aparecido en Badalona, otro gallo habría cantado (no hablo de ganar el partido, hablo de al menos jugarlo). ¿Quién sabe? Puede que una debacle como la acontecida en Badalona contribuya a hacernos despertar definitivamente al igual que le sucedió hace muchos años al Barcelona de Cruyff tras una célebre goleada en Zaragoza; puede que, por lo tanto, hayamos tocado fondo y a partir de ese momento sólo podamos ir hacia arriba. Ojalá.

lunes, diciembre 18, 2006

La profesión del futuro.

Procedo a copiar aquí un reportaje publicado en la última edición de El País Semanal, que podréis leer pinchando sobre las imágenes:









Siempre me había llamado la atención que en EE.UU. hubiera gente dedicada de manera profesional a actividades tan impensables -al menos para la mentalidad española- como los bolos. Parece, pues, que una actividad lucrativa en el futuro podría ser la de los videojuegos.

Me parece realmente inquietante.

Dejemos a un lado las eternas disyuntivas morales consustanciales a las características y leyes del libre mercado y del sistema capitalista (cuyas "delicias" fueron objeto de un apasionante debate en el foro) en cuanto a la justicia o no de que determinadas actividades (fútbol, música, cine...) estén infinitamente mejor retribuidas que otras mucho más importantes para la sociedad, puesto que tales disquisiciones no son para nada nuevas ni exclusivas de lo que aquí estamos hablando.

Las pantallas están asumiento un rol de extremado protagonismo en nuestras vidas y, en particular, en las vidas de los chavales: internet, videojuegos, televisión... Aunque, si lo pensamos, el prestigio de la televisión entre la muchachada está cayendo en picado en favor de los ordenadores y consolas. Aunque no debemos obviar la responsabilidad que en ello tienen los programadores televisivos que han dejado a los niños y jóvenes totalmente olvidados. Cuando nosotros lo éramos, era impensable encontrarse con programas como el de cierta inefable presentadora en un horario que, por lógica, estaba destinado a amenizar las meriendas de toda España. Es bastante probable que, de aquí a no demasiado tiempo, la televisión haya perdido ese irresistible componente nostálgico del que goza en la actualidad para varias generaciones. Pues bien, ante esta situación en la que hasta la tele pierde su atractivo, la sola posibilidad de que se genere el incentivo de ganar mucha pasta si es que llegas a ser/estar lo suficientemente enganchao a un juego puede multiplicar los ya de por sí crecientes problemas relativos a adicciones, a elevados índices de fracaso escolar y, por qué no decirlo, a monopolización del tiempo de ocio.

Cosas tan mundanas como jugar al fútbol con los amigos (mejor ni mencionamos otros juegos de los que todos los que tenemos una edad hemos disfrutado) o leer un libro van a ir quedando cada vez más arrinconadas. Llegará el momento en el que los padres, lejos de discutir con sus hijos por pasar demasiadas horas delante del ordenador, echarán broncas a los que se salten un entrenamiento.

En fin, queda claro que Internet Killed the Video Star:

lunes, diciembre 11, 2006

El fin de dos tiranos.



La Historia del siglo XX estuvo decisivamente marcada por la dialéctica entre la consolidación de las democracias liberales que habían comenzado a florecer en el siglo XIX y la aparición de los totalitarismos, siendo éstos de la más diversa índole ideológica. Las dictaduras jodieron al personal globalmente, sin discriminación geográfica alguna. No obstante, el apogeo de las dictaduras más reputadas (por su vital influencia en el devenir de los acontecimientos históricos más relevantes de la centuria), las europeas, tuvo lugar con anterioridad al experimentado en el continente americano. Este auge tardío de la actividad dictatorial en Hispanoamérica tuvo como consecuencia, como es natural, la supervivencia de sus protagonistas hasta unos tiempos en los que se antojan impensables regímenes de este tipo, al menos en el mundo occidental.

No se sabe muy bien por qué, los dictadores parecen contar con una especie de gen de la longevidad que lleva a muchos de ellos a protagonizar trayectorias vitales dignas del mismísimo conejito de Duracell. Es el caso de los dos protagonistas de hoy: Fidel Castro y Augusto Pinochet (he encontrado en San Youtube dos vídeos en el que se analizan similitudes y diferencias de ambos tiranos).

Tanto uno como otro, sin embargo, parecieron ver flaquear su salud recientemente, aunque a ritmos distintos: mientras que lo de Fidel está yendo a un ritmo bastante más pausado, el chileno apenas ha durado unos cuantos días desde su infarto. En algún momento llegó a parecer que sus muertes estarían casi sincronizadas, debido al nuevo empeoramiento que sufrió el estado de salud de Castro en un momento muy cercano al fallo cardíaco de Pinochet.

Son, sin embargo, diferentes las repercusiones que pueden llegar a desencadenar en todos los ámbitos ambos óbitos:

Afortunadamente, Augusto Pinochet ya no tenía absolutamente ningún poder sobre la población de Chile o sobre su ejército (del que dejó de ser Comandante en Jefe en 1998). En cambio, una noticia de estas características es de las que pueden ser motivo de serios disturbios. Si bien la inmensa mayoría de los chilenos que habitan en nuestro país mostraba ayer su alegría, la situación en aquel país se halla mucho más dividida, contando el difunto dictador todavía con numerosos seguidores (como muestra, lo ocurrido en Caiga Quien Caiga, en sus ediciones chilena y española) que le siguen considerando como una suerte de salvador de la patria. Algo similar a lo que ocurre en España con Franco, pero, a causa de una mayor distancia y perspectiva en nuestro caso, de manera mucho más extendida.



Por el contrario, la influencia de una posible muerte de Fidel Castro puede ser bastante mayor, dada la permanencia del comunismo en el poder. Puede que la desaparición del dictador finiquitara la Dictadura, aunque, por desgracia, esto no parece probable. Todo apunta a que, a diferencia de lo acontecido cuando nuestro particular tirano eterno feneció, la isla podría sufrir un castrismo después de Castro. O, mejor dicho, con otro Castro. Parece bastante probable que la democracia sólo será de posible implantación en Cuba cuando Raúl Castro también desaparezca del mapa (a menos que éste esté un poco más por la labor de renunciar al poder por las buenas). En cualquier caso, son muchas las especulaciones.


Independientemente de que la dictadura de Fidel no haya sido tan cruenta como otras, de los supuestos buenos propósitos de lucha contra la injusticia social que impulsaron la Revolución Cubana, o de algunos méritos del Régimen en ámbitos como el de la educación, argumentos todos esgrimidos de forma habitual por sus apologistas, lo que sucede en Cuba no deja de ser una auténtica vergüenza. Un Régimen basado en la ausencia de libertad, en la censura, en la represión sistemática de la disidencia, en la imposibilidad de pensar y expresar lo que a uno le plazca no deja de ser una auténtica vergüenza en pleno siglo XXI. El rechazo que me produce la dictadura cubana se acrecienta por dos motivos: en primer lugar, algo sobre lo que ya reflexionó Hugo hace bastante tiempo en su blog, y es que, como persona de izquierdas, las tropelías de los que dicen actuar en nombre de éstas me llegan si cabe en mayor medida; en segundo lugar, me molesta especialmente la condescendencia con la que se suele obsequiar a la dictadura cubana. Mis sentimientos al respecto los plasmó muy bien Rosa Montero en un artículo publicado en el país hace ya algún tiempo:

CUBA

Los principios, esto es, los propios valores, hay que demostrarlos con los oponentes, hay que defenderlos con los enemigos. Porque defenderlos con los amigos no es más que trabajar por nuestros intereses. El jueves pasado participé en Madrid en Madrid un acto contra la represión en Cuba. En la mesa había dos representantes de partidos españoles, CiU y PP. Para ambos políticos era fácil condenar el totalitarismo asesino de Castro: esa actitud forma parte de su tradición y sus inclinaciones, y está por ver si hubieran manifestado la misma diligencia a la hora de protestar por algún energúmeno adscrito a la esfera conservadora. Pero lo preocupante y lo cierto es que, en ese acto en concreto, no había nadie del PSOE ni de IU, pese a que se les invitó reiteradas veces. Los prejuicios embrutecen y envilecen, y nos hacen buscar mil excusas viciosas (por ejemplo, que los convocantes no son de tu cuerda) para justificar lo injustificable. A mí estos melindres me parecen fuera de lugar cuando lo que está en juego son la vida y las libertades más elementales. O sea, creo que en el País Vasco todos los demócratas deberían unirse contra el horror de ETA, y también que la gente decente debería condenar de manera unánime el delirio tiránico de Castro.

En cuanto a la declaración de los "intelectuales cubanos" culpando a EEUU, me partiría de risa si no fuera tan trágico. Esos supuestos intelectuales son los dirigentes políticos de la UNEAC, la Unión de Escritores y Artistas, una organización obligatoria, como todo en el castrismo. Afiliados por narices a la Unión, los autores intentan aguantar el chaparrón de la dictadura; pero si se "portan mal" (y cualquier pensamiento propio es sospechoso), la UNEAC les expulsa, y ése es el comienzo del camino hacia la cárcel. He conversado con un par de expulsados: se quedan totalmente desamparados, no pueden publicar, no pueden hablar. No digo sus nombres porque el solo hecho de haber hablado conmigo podría costarles 20 años de prisión (las últimas condenas son por cosas así). ¿Qué viejo mito de falso paraíso progresista sigue nublando las entendederas de tantos izquierdistas? Cuba es un infierno sin paliativos y estamos obligados a denunciarlo.


No obstante, pese a que el nombre de Pinochet no goza en la actualidad de un grado de comprensión parecido al que se le otorga a Fidel, es reseñable que aquí en España existen sectores entre los que se tiende a dar justificación a la actitud golpista del asesino en términos similares a los que se suele emplear al hablar de Franco. Así, Libertad Digital ha publicado algún artículo en este sentido, como el firmado por ese fan de Coyote Dax y/o Walter Texas Ranger llamado César Vidal (aunque también es reseñable la réplica de Federico a un defensor del dictador chileno).

La muerte de semejante personaje deja una sensación agridulce. No soy de los que se suelen alegrar de las muertes ajenas salvo, quizás, que éstas sirvan para algo. Sí creo que, si la libertad para el pueblo cubano depende de la desaparición de escena de los Castro, lo mejor que puede pasar es que ésta suceda con prontitud. Por el contrario, ningún beneficio puede acarrear la defunción de Augusto Pinochet.

Esto me recuerda a mi período británico, en el que conocí a un kosovar; cuando le pregunté por sus sentimientos ante la muerte de Slobodan Milosevic, manifestó que su alegría era completa, aun cuando tal fallecimiento impedía que el ex-presidente yugoslavo respondiese finalmente frente a la justicia. Imagino que las cosas se ven de manera muy diferente cuando a uno le tocan de cerca, haciendo que un kosovar o un chileno se congratulen de la muerte de quien ha martirizado a sus respectivos pueblos durante años, renunciando, si es preciso, a que los asesinos sean catalogados oficialmente como tales por la justicia internacional. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, recomendaré la lectura del artículo publicado por Bouba relativo al conflicto balcánico.

Cabe lamentar, por supuesto, la oportunidad perdida hace unos años cuando el juez Garzón solicitó la extradición de Pinochet al Reino Unido, escabulléndose el orgulloso dictador por medio de argucias tan patéticas como la pantomima que tuvo que interpretar para regresar a su país. Aunque, quién sabe, puede que ese fervor católico le valiera para ser protagonista de un milagro similar al de Lázaro (desde luego, la bendición eclesiástica nunca le faltó), siendo capaz sin explicación aparente de levantarse de esa silla de ruedas en la que estaba irremisiblemente postrado antes de tocar de nuevo su amado suelo chileno. No sé si resultaba más vomitivo tamaña exhibición de desvergüenza o verle tomando el té con su íntima amiga, la en algunos círculos venerada Margaret Thatcher.



Cierto es que compareció ante los tribunales chilenos, pero dudo mucho que la condena por encubrimiento con la que, según tengo entendido, se saldó su proceso hiciera justicia a sus “merecimientos”.

Para concluir, tan sólo queda esperar que la muerte de este individuo suponga un paso decisivo para que cicatricen las heridas y para dejar atrás definitivamente páginas tan tristes de la Historia como las que se escribieron en Hispanoamérica durante unos largos y oscuros años.