jueves, septiembre 21, 2006

Un fin de semana en Madrid.

Y es que decidí que utilizaría el inicio de la liga en Madrid para visitar a mi hermana, residente en Madrid desde hace años, y a algunos amigos.

El fin de semana comenzó el viernes por la mañana, cuando quedé con la Doble D –que en estos momentos estará haciendo un viaje mucho más interesante que el mío– para un desayuno en el VIPS cercano a la estación de autobuses. Tras un agradable rato de conversación, me dispuse a embarcar en el autocar que me habría de trasladar hasta tierras capitalinas. El viaje no se hizo especialmente pesado gracias a que la lectura del célebre estudio de Hugh Thomas sobre la Guerra Civil, traído de mi recientemente concluido exilio, me mantuvo entretenido durante gran parte del trayecto (la que no estuve durmiendo, básicamente).

Tras pasar la tarde-noche del viernes con mi hermana y su novio, llegó el sábado. Tal fecha era la designada para organizar una quedada con los foreros de Madrid, algunos conocidos, otros no. En mi memoria, la macro-reunión que en circunstancias similares tuvo lugar hace varios años. Qué duda cabe que mi poder de convocatoria ha decaído desde aquellos tiempos, pasando de una veintena larga de asistentes a menos de una decena. Aunque, si bien en términos cuantitativos esta ocasión quedó a gran distancia de la anterior, en términos cualitativos nada tuvo que envidiar la una a la otra. Mis agradecimientos a Mattu, Miss Naismith, Pocolito, Joe Kopicki, CLM y Remember CAI por su asistencia y por el buen rato que me hicieron pasar. Mi único lamento, el poco tiempo que duró la sobremesa a causa de los diversos partidos de ACB y LF a los que los asistentes nos dirigíamos esa misma tarde.



Una vez llegados CLM y yo al pabellón de Vistalegre, nos dispusimos a encontrar la taberna en la que Stockton Forever me había citado para tomarnos unas cañas antes del partido. Lamentablemente, asuntos de inaplazable cumplimiento propiciaron su retraso, sólo pudiendo reunirnos pocos minutos antes de que el encuentro diese comienzo. No obstante, la desazón fue menor al poder sentarnos a ver el partido junto a él y a su hermana (quien, en un alarde de imaginación y originalidad sin precedentes, responde ante la comunidad forera bajo el pseudónimo La Hermana) que, por cierto, cada día está más guapa.



Y entonces llegó el punto negro del fin de semana: derrota de casi 30 puntos en el peor partido que recuerdo de este equipo como mínimo desde los tiempos de Paco Alonso. Cuando tuve la suerte de volverme a encontrar a Mattu por la noche, éste me preguntó cómo había sido posible tan improbable resultado. Pues es posible si se acumulan algunas circunstancias, de las que salen en las estadísticas y de las que no: cuando tienes un día nefasto en el tiro (mal desde la línea de 3, ridículamente bajo -¡¡¡38%!!!- en los tiros libres y con fallos esperpénticos en bandejas y tiros cómodos); cuando la circulación de balón es tan espesa como el chocolate que suele acompañar a las cosas claras; cuando pierdes balones en jugadas de campo atrás y otros errores de los que un pachanguero tan malo como yo se abochornaría de cometer (se abochorna cuando comete, para qué nos vamos a engañar). Pero sobre todo es posible cuando el equipo rival (al que, todo sea dicho, no le faltó algo de fortuna en jugadas puntuales sobre la bocina que terminaron en dolorosos triples incluso de Ratko Varda) culmina contragolpes como quien hace calceta, hace alley-oops y puertas atrás por doquier. Como dato sintomático, terminamos el último cuarto con un fenomenal 0 en el marcador de faltas cometidas. Sólo caben dos posibilidades con las que se pueda explicar tal guarismo: 1) mediante una defensa perfecta (circunstancia no habitual cuando pierdes por 30); 2) mediante una defensa inexistente (circunstancia muy habitual cuando pierdes por 30). Y esto es lo doloroso: la falta de orgullo, de casta, de resistirse a dar una imagen tan lamentable. Semejante desidia es lo que no se puede permitir bajo ningún concepto.

El análisis individual no da para mucho comentario: el único que salvó la cara fue el griego Kostas Vassiliadis por acierto y actitud. Me gusta su juego –aunque quizás en ocasiones se muestre un poco acelerado–, bastante similar al de ese Milan Gurovic que maravilló en su primera temporada en Málaga (y dejó unos duelos inolvidables con Nocióni en las dos temporadas en las que militó en Unicaja); pero principalmente me entusiasma su carácter, su carisma, las ganas que demuestra, su poder de contagio a compañeros y público (sobre todo cuando todas estas cualidades entran en contraste con la actitud –o la falta de ella– de sus compañeros).

Aparte del griego, me parecieron interesantes las maneras –si bien no anduvo acertado– en su primera actuación con la camiseta del Unicaja de ese jugador que según Stockton Forever tiene físico de solteros contra casados, llamado Robert Gulyas. Puede ser un jugador interesante, aunque en vista de las noticias que he podido leer en el foro verde, no parece que su estancia se vaya a prolongar mucho. De esta posibilidad, por cierto, se habló en el almuerzo disfrutado pocas horas antes: Remember CAI afirmó que, si pudiéramos volver a contar con Daniel Santiago, el Unicaja se llevaría la liga de calle. Esperemos que así sea.

Por la noche, y para aplacar las penas canasteras, tuve la suerte de compartir mesa y mantel con un extraordinario grupo de féminas compuesto por Epiplón y sus amigas. La noche principalmente consistió en dar vueltas (y bastante lentas a causa de la convalecencia de Epiplón que la obligaba a llevar muletas): primero para encontrar un sitio para cenar; después para hallar un garito en el que tomarse alguna copa con la que ahogar el recuerdo de esa cosa por cuya asistencia había pagado 15 euros. Finalmente, la primera búsqueda dio con nuestros huesos en un bar de en el que pudimos tapear; la segunda culminó cuando entramos en un garito que habría hecho las delicias del mismísimo Salsamán. Tanto CLM como yo acabamos por sucumbir e intentamos emular a tan ilustre forero (por fortuna no sobreviven documentos gráficos de tan atroz atentado al arte de la danza). Yo salí indemne de la experiencia, pero CLM pareció cogerle el gusto hasta el punto de amenazar con enrolarse en lecciones de baile con las que poner en peligro el indiscutible reinado de Politrón como forero salsero por antonomasia. Desconocemos las reacciones del mencionado Salsamán ante semejante desafío a su trono.

Mi estancia madrileña concluyó, actividades fraternales a un lado, con una visita a una bolera de Leganés a la que acudí con CLM. Si mi actuación sobre la pista de baile dejó mucho que desear, lo que ocurrió sobre la de bolos no le fue a la zaga, a causa de mi irrefrenable tendencia a alojar la condenada bola en el surco izquierdo de los que enmarcan los bolos (al menos queda el consuelo de no haber lanzado la bola en la pista de otros jugadores, que no es poco). Mis expectativas de alcanzar las cotas de glorias a las que llegó mi referente en el mundo de los bolos, Jesús Quintana, quedaron en agua de borrajas.

miércoles, septiembre 20, 2006

Cómo pasa el tiempo.

Cualquiera diría que hace ya un año que me felicitaba a mí mismo por mi cumpleaños en este mismo rinconsito virtuá. Entonces llevaba poco más de un mes de exilio y ahora llevo poco menos de un mes de ex-exilio; entre medias, todo un año de experiencias en el extranjero que se han desvanecido de manera vertiginosa (como lágrimas en la lluvia, que dirían el replicante y Los Piratas).

En fin, nada nuevo bajo el sol (puesto que esta sensación acompaña a todo ser humano desde la adolescencia). Salvo que ya hemos llegado a los 27.

lunes, septiembre 11, 2006

Un año de tristes efemérides (VI).

Y aquí estamos una vez más dando la matraca. No os preocupéis, que ésta ya es la última (salvo que mi frágil memoria me esté jugando una mala pasada).

Son ya cinco años los que han transcurrido desde que dos aviones se estrellaran en las Torres Gemelas, reduciéndolas a polvo. Oí en cierta ocasión que todos los que lo vivieron recuerdan dónde y cómo conocieron la noticia del asesinato de Kennedy; me atrevo a aventurar que éste es otro de esos casos, y que todos seríamos capaces de recordar lo que estábamos haciendo. En mi caso, estaba viendo Friends cuando mi tía llamó por teléfono para avisarnos del impacto del primer avión. En un principio, supongo que de manera ingenua, pensamos que se trataba de un accidente. Craso error. Minutos más tarde estábamos presenciando cómo centenares de seres humanos habían de elegir entre morir presos de las llamas y saltar por la ventana, decantándose por esta última alternativa en una de las imágenes más aterradoramente estremecedoras de las que hemos podido ser testigos en los últimos tiempos.

Después vino toda la paranoia conspiratoria (que si los dobleces en los billetes de dólar que hacían que salieran inquietantes imágenes relativas a la tragedia, que si en el Pentágono no se había estrellado avión alguno, que si los trabajadores judíos estaban avisados para que no fueran a trabajar, que si la CIA o el Gobierno estadounidense estaban implicados, que si relaciones numéricas...), que todavía sigue dando algunos coletazos. Y la invasión de Irak, claro.

Algo que me he planteado en alguna ocasión es la diferencia de criterio que hemos seguido aquí en España a la hora del respeto de que gozan las víctimas de dicho atentado con el que nos tocó sufrir a nosotros (y cuya paranoia conspiratoria, huelga comentar, está en plena efervescencia). Creo que los atentados del 11-s fueron los últimos (o, mejor dicho, los más recientes) en suscitar macabros ataques de humor, aflorando chistes -tanto por tradición oral como por tradición internáutica en forma de montajes fotográficos, etc.- por doquier que no tuvieron lugar tras la masacre del 11-m, considerablemente inferior en número. No deja de ser curioso cómo el hecho de que el azar te haya hecho nacer dentro del territorio inscrito dentro de unas líneas imaginarias conocidas como fronteras y no dentro de otras nos hace valorar más las vidas de unos seres humanos que las de otras. Si bien hay que reconocer que este tipo de fenómeno no era nuevo en nuestro país, donde víctimas del terrorismo etarra o de alguna catástrofe natural también han visto frivolizada su muerte.

Todo este alarde de humorismo (que no se ciñó a nuestro país, extendiéndose por todo el globo) fue claramente influido por otro fenómeno: el que, directamente, se alegraba de lo ocurrido. Como ejemplo, recuerdo el de un profesor que tenía en la Universidad. Imaginad la situación: comienza el curso académico en octubre, a escasas 3 semanas de la tragedia, y nos encontramos con un profesor al que no conocíamos entrando por la puerta; en aquellos días, la fiebre talibán estaba en su máximo apogeo, lo que ocasionaba que cualquier persona que adornase su careto facial con una barba era tachado de talibán. Pues bien, éste era el caso (a mí siempre me recordó a Rodríguez Menéndez). A los pocos días, y no recuerdo a cuento de qué, surgió el asunto, y nuestro profesor dio rienda suelta a todo su antiamericanismo (pese a que, al contrario de lo que alguno pueda sospechar, no se trataba precisamente de un izquierdista), afirmando que EE.UU. se lo llevaba mereciendo desde hacía tiempo, que más gente murió en Vietnam, que Bin Laden era un santo... Este hombre, y esto no es más que un ejemplo, era un elemento de cuidado.

Lo peor es que, a diferencia de otras tristes efemérides que para vuestra desazón (expresada tanto de manera activa como pasiva) he venido recordando desde esta página, no parece que ésta vaya a ser la última vez que nos enfrentemos a una catástrofe de estas características.

Tratando de honrar, una vez más, la memoria de los afectados, cerramos esta serie para alegría y regocijo de mi parroquia.

viernes, septiembre 08, 2006

Tópicos.

En España, como sabéis, está bastante extendida la costumbre de adjudicar tópicos regionales a cada una de las zonas que componen nuestro país: los andaluces somos vagos y/o graciosos, los catalanes son tacaños, los vascos son brutos, los madrileños son chulos y los valencianos o vallisoletanos son fachas.

Todo esto no deja de ser una colección de tópicos a los que se les atribuye una mayor o menor credibilidad en función del caso al que nos refiramos y de cada persona que, como se suele decir, es un mundo. En principio no creo que haya que darle mayor importancia. Salvo cuando la gente realmente se los toma en serio. En los que a mí (y al resto de andaluces) me tocan, por ejemplo, creo –aunque no descarto la posibilidad de que esta percepción se deba a mi parcialidad al respecto como persona implicada– que el estereotipo está arraigado en mayor medida en el inconsciente colectivo que en el resto (dicho de otra manera, que la gente cree que es verdad).

En primer lugar está lo de la vagancia. El hecho de que en mi caso este estereotipo se cumpla a la perfección no quiere decir que me moleste menos la credibilidad de que goza en determinados círculos, como pueden ser los nacionalistas –especialmente catalanes– cuando de plantear reivindicaciones en materia de financiación se trata. Algún ejemplo de esto se puede leer en aquel hilo del foro en el que, como se encarga de recordar Bouba cada vez que filetea mis mensajes, Invrod@ quedó abyectamente abandonado en el más absoluto de los desamparos.

En segundo lugar, odio la imagen de que gozamos los andaluces en el resto de España (generalización a la que mucho contribuyen nuestros propios medios de difusión, por cierto) como tipos grasiosos, con un arte que no se pueaguantá y con un salero que quita las tapaeras der sentío. Especialmente porque ésta suele venir complementada por una imagen de incultura que acostumbra a impregnar a todos los personajes andaluces que aparecen en las diversas series televisivas patrias. Esto mismo parece verse reforzado cuando toda persona que pretende hacer carrera en los medios de comunicación ha de ser capaz de neutralizar su acento andaluz.

En resumen, que poca gente cree en serio que los catalanes sean tacaños o que los vascos sean brutos (por citar los dos casos más inclemente y recurrentemente castigados por el acervo humorístico de nuestro país); sin embargo, sí que anida en la mente de muchos –si bien no de todos, claro está, quedando espacio para el sentido del humor y la aceptación con deportividad de aquellas bromas que vengan de buena fe– de la misma manera que ese estereotipo del andaluz perennemente ataviado con traje de faralaes.

Como dije antes, es bastante probable que todo lo que he comentado hasta ahora no sea más que un ejercicio de narcisismo victimista en virtud del cuál lo que le pasa a uno es siempre lo más grave. En tal caso, pido disculpas.

Pero si ha habido algo que me ha impulsado a escribir sobre este asunto, esto ha sido una conversación mantenida en mis últimas semanas de exilio británico con Mark, el hombre de mantenimiento de mi hotel. En ella pude comprobar (recordar, mejor dicho) que existe un estereotipo por aquellos lares que minimiza cualquiera que podamos tener por aquí: no es el más conocido de los escoceses y su apego al dinero (parientes al parecer de los catalanes) sino el que se le ha asignado a los galeses a los que se les tilda de “sheepshaggers”. He de aclarar, para quienes no tengan un dominio especialmente notable de la lengua de Chéspir, que esta palabra la podríamos traducir como follaovejas. Es público y notorio que en un momento de necesidad alguien podría tomar alguna decisión de las que acarrean arrepentimiento matutino posterior, pero me temo que nunca nos hemos visto sometidos a la melancólica soledad propiciada por el aislamiento prolongado a lo largo de toda una vida en mitad del páramo, sólo mitigada por un grupo de fieles ovejas (recomiendo vivamente el visionado de una de las historias –la protagonizada por Roberto Benigni– que componen la estupenda Night on Earth, de Jim Jarmush) con las consecuencias a las que ello conduce, de acuerdo con los tópicos que por allí manejan.

Este apelativo ya lo conocía yo de otro británico con quien trabé cierta amistad tiempo ha. De hecho, fui yo quien lo puso sobre el tapete. Sin embargo, gracias a Mark profundicé en el conocimiento del mismo: me explicó –con una gracia que probablemente se perderá por mor de mi escasa habilidad en el ars anecdotandi y que me hizo literalmente llorar de la risa– que la técnica empleada era la de introducir las patas traseras del animal (me refiero a la oveja) en las wellies (unas botas de goma, parecidas a nuestras botas de agua pero mucho más largas, llegando hasta los muslos) con la aviesa intención de que éste no pudiera poner pies en polvorosa, pudiendo así realizarle a la pobre oveja la caidita del Imperio Romano.

Desde luego, prefiero ser un vago.